No es la primera vez que los comentarios de El Día tienen a Ana Oramas como objetivo predilecto de invectivas, reproches y hasta insultos marca de la casa. De hecho, de seguir así las cosas es posible que, en breve, la diputada tinerfeña reemplace a Santiago Pérez en el primer lugar del ranking de las iras de Clark Kent. Dudoso honor, por cierto. Hará bien la señora Oramas en proveerse de un buen puñado de kriptonita, por lo que le pueda caer encima. La dosis de jarabe de palo que está recibiendo en estos mismos momentos así lo aconseja. Lean:
- ¿Por qué doña Ana Oramas ha sido tan desleal con Tenerife, con Canarias y con el pueblo que la eligió? ¿No será mejor que abandone la política, se dedique a sus labores y trate de borrar el mal recuerdo entre sus compatriotas? El daño que le está haciendo a Canarias es inmenso.
El comentario no aclara, como es de esperar, el concepto que tiene la mano escritora del término sus labores. No sé ustedes, pero a quien escribe le recuerda sospechosamente a aquellas épocas, afortunadamente caducas hace bastante, en las que en el documento de identidad de tantas españolas (y, por supuesto, canarias) figuraba ese odioso eufemismo para designar a las tareas domésticas que, se asumía entonces, eran lo que por naturaleza le correspondía a las mujeres. Semejante tufo rancio, machista y retrógrado no puede sino ser producto de una mente que, por mucho que intente ocultarlo o disimularlo, vive anclada en un tiempo del que a buen seguro nunca quiso salir (para muestra este delicado botón). Lo más patético es que, unas líneas más adelante, saltan con esto:
- Además, ha optado también doña Ana por la mala fe al atacar a nuestro periódico porque dice que la hemos insultado. ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Desde cuándo la crítica política es un insulto? ¿Desde cuándo lo es decir la verdad?
Después de leer algo semejante tengo que manifestar que, o el autor de estas líneas (José Rodríguez o quien sea) padece algún problema de salud mental, o es una basura de persona, por no decirlo de un modo más explícito. Y no es que sienta devoción por Ana Oramas y su partido, pero es indignante comprobar cómo se queja de forma tan amarga como hipócrita de falta de respeto quien se salta las normas más elementales al respecto, todos los santos días. Si de verdad hay personas que creen lo que dicen estos tarados, de veras que me avergonzaría de ser canario.
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