lunes, 5 de diciembre de 2011

Quien a Hierro mata...

Nunca es tarde si la dicha es buena, o así reza la sabiduría popular. Esa misma en la que, según el inefable adalid de la patria bananera canaria, se inspiran él y su diario. Han pasado casi seis meses desde la publicación de la noticia, acompañada de un infame editorial, sobre la presunta constitución de una empresa en México por personas allegadas a Paulino Rivero, y el sábado pasado, por fin, El Día tuvo a bien publicar la oportuna rectificación. No ha sido tarea sencilla, desde luego, como bien sabrá Angela Mena, principal perjudicada en este escabroso asunto y desde entonces destinataria habitual de los amables cumplidos de Gary Baldi.

Primero fue la resistencia pasiva y burocrática del periódico en cuestión, presuntamente siguiendo instrucciones precisas de su cúpula editorial y empresarial, ante los requerimientos de la Premiére Madame canaria. Ello motivó una denuncia, seguida del correspondiente juicio, a finales de septiembre pasado, en el que a la magistrada Sánchez Hierro (¡afortunada casualidad su apellido!) pocas dudas le quedaron sobre lo sucedido: tardó menos de dos días en dictar sentencia, obligando al periódico azul a hacer pública rectificación de lo escrito. Paradójicamente, su presteza (algo siempre deseable en la justicia) levantó las iras del guanchópodo editor, quien a lo largo de diversos comentarios y editoriales bordeó la línea de la duda razonable sobre la actuación judicial, al tiempo que se negó a publicar la rectificación, amparándose en el recurso presentando ante la Audiencia Provincial, por una parte, y al hecho de que, a su juicio, además de El Día, deberían ser también objeto de rectificación el portal Kanaryleaks (fuente original de la noticia) y la edición canaria del diario ABC (quien primeramente se hizo eco de ella), por otra.

Pero la titular del juzgado de Primera Instancia número 5 de Santa Cruz de Tenerife tenía otra opinión del asunto y en un primer auto, a petición de las personas perjudicadas, instó a El Día a publicar la rectificación sin que mediara la resolución del recurso. Hubo alegaciones, claro, así que fue necesario un segundo auto contra el que, en esta ocasión, ya no cabía alegar nada. Primero rectificó el diario azul con la boquita pequeña, como para no llamar la atención. Por fin, tirón de orejas judicial de por medio, este sábado se publicó la oportuna rectificación en el debido formato.

Hoy, en editorial extraordinario (las pastorales del gran mencey suelen ver la luz los domingos y los martes) no ha faltado de nada: amargas referencias al asunto, victimismo indisimulado y llorón, sorna y desprecio hacia Angela Mena (comparada con Carmen Polo, esposa de Franco), más, cómo no, las habituales y recurrentes mentiras (no hemos acusado a nadie, no hemos hecho nada que no hayan hecho otros), e invectivas hacia los que en la avenida de Buenos Aires consideran jueces rencorosos. No voy a reproducir nada esta vez, no me apetece. Tan sólo recuerdo aquí las palabras de la Biblia que sirven de inspiración para el título de esta entrada. Y repito: no conozco personalmente a Angela Mena, ni tengo interés alguno en defender su integridad y honor: para eso se basta ella sola. Ahora bien, lo hecho por el periódico azul merece mi más profunda disconformidad, así como mi más severo y contundente rechazo. De modo que no puedo por menos que congratularme por lo sucedido, esperando que sirva para que el magno prócer nivariense, al menos, reflexione. Si sólo ocurriera eso, ya habrá servido de algo, aunque no me hago ninguna ilusión.

El próximo episodio dentro de ocho días, en Las Palmas (de Gran Canaria).

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