Si ayer me refería al sin par Gary Baldi por el (cariñoso, por favor que nadie lo dude) apelativo de Stoneface, hoy tengo que volver a hacerlo. Y vaya por delante que ni soy periodista, ni entiendo de periodismo, ni es ése mi deseo. Tan sólo reitero una vez más mi condición de ciudadano de a pie y de humilde bloguero, eso es todo. Y en virtud de esa condición, que asumo gustosamente, así como en nombre del más elemental sentido común, entiendo que los periodistas deberían tener memoria histórica y recordar que existen las hemerotecas, sobre todo cuando cargan a sus espaldas trayectorias tan dilatadas como la de nuestro guanchísimo y neofranquista prócer. Hasta aquí lo que en mi sencilla opinión alcanza el sentido común. Luego, que cada cual haga, piense y, en este caso, escriba como quiera.
La cruzada del apóstol de la libertad contra el malvado (antes idolatrado) Paulino Rivero cumple hoy un nuevo capítulo con una muesca más en el revólver del justiciero: la de otorgar al partido del ya nuevo presidente de Canarias el cartel de corrupto. Más exactamente, así clama la voz que se dice del pueblo:
No podemos olvidar que CC es el segundo partido en cuanto a corrupción en el ranking estatal según un barómetro del CIS. No nos extraña este dato, pues CC no es un partido nacionalista; es un partido que está practicando un mercantilismo perjudicial para el pueblo. Como siempre, salvamos a dos o tres ejemplares de alcaldes que son nacionalistas de sentimiento, pero no de ejercicio. En fin, con esa actitud despótica y anticanaria están acabando con el partido, porque nadie se fía ya de los que se proclaman nacionalistas.
En efecto, el Centro de Investigaciones Sociológicas, organismo dependiente del Ministerio de Presidencia, acaba de hacer públicos los resultados de su último barómetro de opinión, según los cuales Coalición Canaria sería, en opinión de los ciudadanos, el segundo partido de España con mayor vinculación a casos de corrupción, sólo por detrás del Partido Popular. Ser un partido corrupto a los ojos de la ciudadanía es una cosa, y serlo por decreto es otra. Gary Baldi no parece distinguir en su comentario ambas realidades, no sé si por defectos de neurotransmisión o por pura y simple conveniencia. O quizá un poco de cada cosa.
Pero que nadie se confunda: podría parecer que pretendo desde estas líneas sacar brillo a la imagen de Coalición (¿Corrupción?) Canaria, y reivindicarlo como partido honesto y libre de toda mácula. Nada más lejos de mi intención. Lo que me deja atónito (aunque a estas alturas ya no debería) es que el mandamás de la Avenida de Buenos Aires señale con el dedo a la formación de Paulino Rivero basándose en el presunto affaire mexicano (bastante dudoso, al menos por ahora), o en el coste de los viajes del presidente en helicóptero (chocolate del loro puro y duro) para hablar de partido corrupto. Si el ínclito jefazo nivariense quisiera argumentos de peso para apoyar esta hipótesis, no tendría más que echar mano de las hemerotecas y recordar, por ejemplo, el vergonzoso caso ICFEM, una trama en la que se fueron al limbo millones de las antiguas pesetas (generosamente subvencionadas por Europa) cuyo destino debía haber sido la formación de trabajadores canarios, allá cuando Manuel Hermoso era presidente del gobierno y Víctor Díaz consejero de Empleo. O tal vez prefiera recordar el no menos sonoro caso Tindaya, merced al cual otra millonada se evaporó como por arte de magia en forma de estudios geotécnicos que al parecer nunca se hicieron, también en tiempos del gobierno de Manuel Hermoso. ¡Y qué decir del reciente (y feísimo) asunto de Las Teresitas! Claro que aquí está implicado, pues aún no ha concluido, nada menos que Miguel Zerolo, segundo beneficiario de los favores franceses (siempre figurados, claro está) de Gary Baldi, tras el propio Rivero. ¿Abrió la boca para otra cosa el patriarca guanchófono? Sí: para echar flores a Zerolo por su condición de patriota y de paso, atribuir las investigaciones judiciales a las manos negras de siempre: el PSC-PSOE y el tenebroso Sanedrín de Vegueta, en perjuicio de Tenerife y su capital. Ah, y también para atizarle duro a Juan F. López Aguilar, desde el momento en que se le ocurrió hacerse eco de lo que la Intervención General del Estado calificó como Pelotazo de Libro. De nuevo serotonina en lugar de acetilcolina.
Naturalmente, otros no están a salvo de la sospecha: ahí están el caso Eólico o el caso Tebeto como ejemplos más inmediatos. Y todo ello, por supuesto, sin contar la miríada de posibles y presuntas corruptelitas de las que seguramente jamás nos enteraremos, y que unos y otros se han tapado mutuamente al dictado del hoy por mí y mañana por ti. ¡Y aún hay quien se atreve (ciertamente con muy poco estilo) a descalificar a quienes protestan en la Plaza de la Candelaria desde el 15 de mayo pasado!
Las responsabilidades en nuestro ordenamiento jurídico son individuales y no colectivas. Por eso, y en rigor, no se puede culpar a Coalición Canaria en conjunto (ni a ningún otro partido político) por las fechorías que hayan podido cometer sus miembros. Pero es evidente que estos asuntillos restan legitimidad a la hora de exigir limpieza a los demás, ponen a todos en tela de juicio (ahí está el CIS para confirmarlo), facilitan el estéril y bochornoso cruce de acusaciones en los debates públicos y crean en el ciudadano de a pie la peligrosa idea de que la democracia es inútil.
Y lo peor de todo es que esa clase de ideas son el fermento ideal para que el demagogo de turno (y no me gusta señalar) haga de las suyas. Por eso conviene no perder la memoria y recordar el pasado. ¡Hemeroteca, divino tesoro!
La cruzada del apóstol de la libertad contra el malvado (antes idolatrado) Paulino Rivero cumple hoy un nuevo capítulo con una muesca más en el revólver del justiciero: la de otorgar al partido del ya nuevo presidente de Canarias el cartel de corrupto. Más exactamente, así clama la voz que se dice del pueblo:
No podemos olvidar que CC es el segundo partido en cuanto a corrupción en el ranking estatal según un barómetro del CIS. No nos extraña este dato, pues CC no es un partido nacionalista; es un partido que está practicando un mercantilismo perjudicial para el pueblo. Como siempre, salvamos a dos o tres ejemplares de alcaldes que son nacionalistas de sentimiento, pero no de ejercicio. En fin, con esa actitud despótica y anticanaria están acabando con el partido, porque nadie se fía ya de los que se proclaman nacionalistas.
En efecto, el Centro de Investigaciones Sociológicas, organismo dependiente del Ministerio de Presidencia, acaba de hacer públicos los resultados de su último barómetro de opinión, según los cuales Coalición Canaria sería, en opinión de los ciudadanos, el segundo partido de España con mayor vinculación a casos de corrupción, sólo por detrás del Partido Popular. Ser un partido corrupto a los ojos de la ciudadanía es una cosa, y serlo por decreto es otra. Gary Baldi no parece distinguir en su comentario ambas realidades, no sé si por defectos de neurotransmisión o por pura y simple conveniencia. O quizá un poco de cada cosa.
Pero que nadie se confunda: podría parecer que pretendo desde estas líneas sacar brillo a la imagen de Coalición (¿Corrupción?) Canaria, y reivindicarlo como partido honesto y libre de toda mácula. Nada más lejos de mi intención. Lo que me deja atónito (aunque a estas alturas ya no debería) es que el mandamás de la Avenida de Buenos Aires señale con el dedo a la formación de Paulino Rivero basándose en el presunto affaire mexicano (bastante dudoso, al menos por ahora), o en el coste de los viajes del presidente en helicóptero (chocolate del loro puro y duro) para hablar de partido corrupto. Si el ínclito jefazo nivariense quisiera argumentos de peso para apoyar esta hipótesis, no tendría más que echar mano de las hemerotecas y recordar, por ejemplo, el vergonzoso caso ICFEM, una trama en la que se fueron al limbo millones de las antiguas pesetas (generosamente subvencionadas por Europa) cuyo destino debía haber sido la formación de trabajadores canarios, allá cuando Manuel Hermoso era presidente del gobierno y Víctor Díaz consejero de Empleo. O tal vez prefiera recordar el no menos sonoro caso Tindaya, merced al cual otra millonada se evaporó como por arte de magia en forma de estudios geotécnicos que al parecer nunca se hicieron, también en tiempos del gobierno de Manuel Hermoso. ¡Y qué decir del reciente (y feísimo) asunto de Las Teresitas! Claro que aquí está implicado, pues aún no ha concluido, nada menos que Miguel Zerolo, segundo beneficiario de los favores franceses (siempre figurados, claro está) de Gary Baldi, tras el propio Rivero. ¿Abrió la boca para otra cosa el patriarca guanchófono? Sí: para echar flores a Zerolo por su condición de patriota y de paso, atribuir las investigaciones judiciales a las manos negras de siempre: el PSC-PSOE y el tenebroso Sanedrín de Vegueta, en perjuicio de Tenerife y su capital. Ah, y también para atizarle duro a Juan F. López Aguilar, desde el momento en que se le ocurrió hacerse eco de lo que la Intervención General del Estado calificó como Pelotazo de Libro. De nuevo serotonina en lugar de acetilcolina.
Naturalmente, otros no están a salvo de la sospecha: ahí están el caso Eólico o el caso Tebeto como ejemplos más inmediatos. Y todo ello, por supuesto, sin contar la miríada de posibles y presuntas corruptelitas de las que seguramente jamás nos enteraremos, y que unos y otros se han tapado mutuamente al dictado del hoy por mí y mañana por ti. ¡Y aún hay quien se atreve (ciertamente con muy poco estilo) a descalificar a quienes protestan en la Plaza de la Candelaria desde el 15 de mayo pasado!
Las responsabilidades en nuestro ordenamiento jurídico son individuales y no colectivas. Por eso, y en rigor, no se puede culpar a Coalición Canaria en conjunto (ni a ningún otro partido político) por las fechorías que hayan podido cometer sus miembros. Pero es evidente que estos asuntillos restan legitimidad a la hora de exigir limpieza a los demás, ponen a todos en tela de juicio (ahí está el CIS para confirmarlo), facilitan el estéril y bochornoso cruce de acusaciones en los debates públicos y crean en el ciudadano de a pie la peligrosa idea de que la democracia es inútil.
Y lo peor de todo es que esa clase de ideas son el fermento ideal para que el demagogo de turno (y no me gusta señalar) haga de las suyas. Por eso conviene no perder la memoria y recordar el pasado. ¡Hemeroteca, divino tesoro!

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