jueves, 14 de julio de 2011

Quien juega con fuego...

Uno de los motivos que me animaron hace ya más de un año a dedicar parte de mi tiempo a comentar los sermones de su ilustradísimo, mencey guanchófono de las islas, fue el asombro unas veces, e indignación otras, que me producía comprobar la ligereza de su pluma a la hora de enjuiciar a las personas y a los colectivos que no comulgaban con su peculiar manera de ver la realidad del archipiélago. Y cuando digo ligereza me refiero, naturalmente, a los calificativos: gruesos unas veces, muy soeces otras, sarcásticos otras, cuando no abiertamente despectivos, y así. Todo ello camuflado bajo el (a mi juicio) torpe disfraz de crítica "política", es decir, que lo dicho era justificable so pretexto de que se ceñía exclusivamente al ámbito político, como los supuestos orgasmos (políticos, of course) de María del Mar Julios al leerse la reprobación que en su día hizo el Parlamento de Canarias al periódico azul.

Pero con frecuencia, las críticas rebasaban con mucho lo puramente político, entrando de lleno en el terreno personal que, en virtud de nuestras leyes, debe ser objeto del más exquisito de los respetos. Se erigía entonces Gary Baldi por encima del bien y del mal, pretendiendo ser garante de la decencia y la rectitud de pensamiento cuando en realidad era todo lo contrario. Recientemente, en una entrevista publicada en el especial conmemorativo del 35 aniversario del periódico EL PAÍS, el escritor cacereño Javier Cercas (autor de Soldados de Salamina o Anatomía de un instante) citaba a su colega italomexicano Alejandro Rossi para definir la intolerancia y enfatizar la nefasta influencia que ha ejercido de modo secular en nuestro país. Según él, la intolerancia consistiría en confundir un error intelectual con otro moral. En otras palabras, estar equivocado implica ser mala persona. Gary Baldi ha incurrido con mucha frecuencia en este error; ciertamente no ha sido el único, pero ahí ha quedado. Bien patente.

Una de las personas a las que nuestro magno prócer ha tomado como diana de sus más furiosas diatribas ha sido Carlos Sosa, director del periódico digital Canarias Ahora. Sin citar jamás su nombre, acuñó el término chulón capicúa para referirse a él pero, al igual que sucediera con Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca, ocultar el nombre era fútil, pues daba tantas y tan evidentes pistas sobre la identidad del periodista grancanario que incluso quien suscribe pudo averiguarla sin mucho esfuerzo. El tono de sus ácidas críticas alcanzó también a la magistrada Victoria Rosell, quien hasta hace poco era (y supongo que seguirá siendo) pareja sentimental de Carlos Sosa, refiriéndose a ella (una vez más sin decir nombres, pero dando pistas suficientes) como una vulgar barragana. Y la cosa culminó hace unos pocos días, cuando Gary Baldi terminó por aclarar lo que era obvio, salvo para las mentes más ingenuas entre sus lectores: que capicúa equivalía a homosexual (el término exacto fue mariconsón). Y, ni corto ni perezoso, acompañó el término con otros calificativos que no repetiré aquí, ni siquiera con la excusa de una cita. La homosexualidad no supone hoy en día ningún desdoro para nadie, afortunadamente, excepto a los ojos de alguien de mentalidad tan retrógrada como quien nos ocupa. Pero llamar mariconsón a alguien es insultarle de modo bajo y rastrero. Y peor aún, constituye una intromisión de todo punto ilegítima en la vida privada del prójimo.

Y así lo ha entendido Carlos Sosa, quien por fin, y supongo que hastiado ya de tanta basura, ha interpuesto a Gary Baldi la correspondiente demanda por los motivos antes señalados, exigiendo como reparación la nada desdeñable suma de ciento cincuenta mil euromortadelos. La vista oral ya tiene fecha: 13 de diciembre de este año. Y el lugar: Las Palmas de Gran Canaria. ¡Ahí es nada la penitencia! Ya me imagino las posibles líneas argumentales de la defensa: que yo no he citado nombres, que si es una crítica periodística, que si la libertad de expresión, que fíjese usted qué buena persona soy, que cómo me van a meter un puro, a mis años, etcétera. Y como ya he dicho antes en este espacio: ¡qué ironía! Ha tenido que ser Carlos Sosa, antaño uno de los pocos defensores del derecho a la libertad de expresión de Gary Baldi quien le siente en el banquillo de los acusados.

La sabiduría popular es así, sabia: quien juega con fuego se puede quemar. Y así parece que va a suceder, dentro de muy poco.

¡Buen Día! Update: Este humilde bloguero admite haber cometido un error que afecta a la juez titular del Juzgado de Instrucción número 8 de Las Palmas, doña Victoria Rosell. Al parecer, no era a ella a quien se refería Gary Baldi con el calificativo de vulgar barragana, sino a la titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Santa Cruz de Tenerife, doña Nuria Navarro, de acuerdo con lo publicado en Canarias Ahora el pasado 4 de noviembre de 2010. Esta rectificación afecta también, por tanto, a las entradas de este blog publicadas los pasados 11 de octubre y 29 de noviembre de 2010.

2 comentarios:

  1. El día que nuestro ''amigo'' deje de hacer sus enfermizos escritos llenos de odio, esperpento y homofobia, ¿se le echará de menos?

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  2. Yo por lo menos tendré que cerrar el blog :-)

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