Si de algo carecían el procónsul don Pepito y sus locos tribunos de la mesa cuadrada era de una voz autorizada en favor de sus propuestas. Naturalmente, ellos entienden que los desvaríos de Antonio Cubillo están bien, pero no bastan. Porque Cubillo, pese a haber sido tertuliano televisivo, y no más, no tiene sobre sí el aura de intelectual que otros sí pueden reclamar. El fundador del MPAIAC es pues una voz conveniente, y estridente también, aunque ya un tanto decrépita por el paso inexorable de los años, y no menos trasnochada, por idéntica razón. Por eso se han lanzado como cochinos tras las trufas en cuanto Juan Manuel García Ramos, profesor de esa deleznable institución llamada Universidad de La Laguna, así como presidente del Partido Nacionalista Canario, ha contestado unas manifestaciones del otrora presidente de la Junta de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, en la conferencia que el antiguo mandatario socialista pronunció en Santa Cruz de Tenerife, organizada por Cajacanarias. Dijo Rodríguez Ibarra, entre otras cosas, que el nacionalismo canario se ha inventado la memoria histórica, a lo que García Ramos repuso que el político extremeño no era sino un godo más que ha venido a faltarnos al respeto, añadiendo que decir que Canarias no tiene memoria histórica es una falta de respeto inaceptable y lamentable. Como es norma, entresacamos algunas lindezas que desde el periódico azul le dedican a Rodríguez Ibarra... y a sus paisanos:
- ¿Qué comían en Extremadura cuando en Canarias vivía un pueblo que habitaba unas islas entonces llamadas afortunadas? Bellotas. Es decir, alimento de cerdos. Y ni eso, porque Pizarro se lanzó a la conquista de tierras americanas, que expolió como otros tantos peninsulares muertos de hambre, porque sus amos ni siquiera le permitían comerse las bellotas de los cerdos.
- Claro que los habitantes de Canarias formaban un pueblo cuando llegaron sus viles invasores en el siglo XV. ¿Duda alguien de que hubo un genocidio? En la Alemania actual es un delito negar el holocausto de los judíos a manos de los nazis. ¿Cuándo va a existir una ley similar en España respecto a los crímenes que cometieron en estas Islas las tropas regulares y mercenarias de Castilla? ¿No sabe Rodríguez Ibarra que entre esos rapaces criminales también había extremeños?
¿Se puede discrepar de las manifestaciones de Rodríguez Ibarra sin necesidad de caer en la charlatanería más cutre, estridente y chabacana? Según El Día, no. Como también asumen que sin mentir reiteradamente no es posible justificar nada. Pero, a juicio de quien escribe, por esta vez y en este punto concreto, el histriónico Ibarra tiene razón, y García Ramos no. El primero no ha dicho que Canarias carezca de memoria histórica, sino que el nacionalismo canario se la ha inventado, cosa muy distinta. Los nacionalistas canarios (permítanme que sonría) han hecho lo mismo que sus correligionarios en cualquier rincón del mundo desde hace casi dos siglos: honrar un pasado que, a fuerza de deformarlo, se hace irreconocible. Y si ese pasado no existe, habrá que inventárselo, para así tener a mano la herramienta favorita de todo nacionalista: el victimismo, despreciable canto plañidero con el que justificar un permanente y vil chantaje a los gobiernos centrales. Un chantaje político que sólo es posible en España en virtud de una ley electoral que otorga un peso desmesurado a las minorías, así como de una libertad de expresión que muchos se complacen en transgredir una y otra vez con sus mentiras, majaderías y memeces para niños chicos. Casualmente, Rodríguez Ibarra también advierte del debilitamiento del poder central, algo de lo que, según él mismo, los gobernantes de su partido han sido cómplices directos y contra lo que el propio político extremeño se ha revuelto varias veces en las últimas décadas.
Canarias no era ninguna nación en el siglo XV, sino que un conjunto de islas pobladas por grupos tribales que vivían en el Neolítico, desconocían la navegación, y hablaban lenguas que, pese a tener un tronco común, se habían hecho tan divergentes por mor del aislamiento que impedían entenderse a aborígenes de distintas islas, que no tenían ninguna conciencia de sí mismos más allá de la tribu, clan o menceyato al que perteneciesen y que, esto también conviene recordarlo, en más de una ocasión brindaron su apoyo directo a los castellanos en sus planes de conquista. Fueron invadidos y masacrados, sí. Como tantos otros antes y después de ellos. Pero es falso que seamos descendientes en exclusiva de los primeros habitantes: lo somos de ellos y de los que vinieron detrás, extremeños incluidos. A los nacionalistas, claro, les resulta más cómodo y conveniente inventarse el cuento de Caperucita Guanche (de nombre Guacimara, Idaira, Dácil o como quieran) y el Feroz Lobo Godo (Gonzalo, Francisco, Diego, o whatever). Quien quiera, que se lo crea. Yo no.
Y en cuanto al ministro de propaganda de la Avenida de Buenos Aires (curiosamente, o no, él y su homólogo del III Reich son tocayos), sólo reiterar lo de siempre: se empeña en tocar fondo, sólo para demostrar que ningún fondo es lo bastante profundo ni enfangado cuando de escribir editoriales para idiotas se trata. Pero hacerle la pelota a García Ramos es otra cosa: hay que fichar a un intelectual, como sea.
En resumen: bajo mínimos.
Canarias no era ninguna nación en el siglo XV, sino que un conjunto de islas pobladas por grupos tribales que vivían en el Neolítico, desconocían la navegación, y hablaban lenguas que, pese a tener un tronco común, se habían hecho tan divergentes por mor del aislamiento que impedían entenderse a aborígenes de distintas islas, que no tenían ninguna conciencia de sí mismos más allá de la tribu, clan o menceyato al que perteneciesen y que, esto también conviene recordarlo, en más de una ocasión brindaron su apoyo directo a los castellanos en sus planes de conquista. Fueron invadidos y masacrados, sí. Como tantos otros antes y después de ellos. Pero es falso que seamos descendientes en exclusiva de los primeros habitantes: lo somos de ellos y de los que vinieron detrás, extremeños incluidos. A los nacionalistas, claro, les resulta más cómodo y conveniente inventarse el cuento de Caperucita Guanche (de nombre Guacimara, Idaira, Dácil o como quieran) y el Feroz Lobo Godo (Gonzalo, Francisco, Diego, o whatever). Quien quiera, que se lo crea. Yo no.
Y en cuanto al ministro de propaganda de la Avenida de Buenos Aires (curiosamente, o no, él y su homólogo del III Reich son tocayos), sólo reiterar lo de siempre: se empeña en tocar fondo, sólo para demostrar que ningún fondo es lo bastante profundo ni enfangado cuando de escribir editoriales para idiotas se trata. Pero hacerle la pelota a García Ramos es otra cosa: hay que fichar a un intelectual, como sea.
En resumen: bajo mínimos.
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