En su novela de ficción
Un Mundo Feliz, el escritor británico
Aldous Huxley pintaba una sociedad ideal, una utopía basada en una tecnología avanzada que procuraba a todos los seres humanos sus objetivos vitales básicos: bienestar, paz y felicidad. Pero ello no era posible sin ciertos sacrificios: adiós a la familia como institución, adiós a la cultura y la religión, a la diversidad e incluso a la ciencia como actividad intelectual. Asimismo, una característica de la sociedad huxleysiana era la división social en cinco castas, desde la superior (
Alfas) a la inferior (
Epsilones). Sólo los seres humanos nacidos al amparo de la primera eran fetos de desarrollo normal, el resto eran manipulados de una forma u otra para alterar su desarrollo embrionario y, a resultas de ello, sus capacidades intelectuales, tanto más cuanto más baja era la casta. Así, los epsilones habían sido reducidos al papel de imbéciles, fácilmente manipulables como fuerza de trabajo, y por supuesto constituían la casta mayoritaria. ¿Cómo es posible que todos acepten sin más su papel, sin deseo alguno de mejorarlo? Pues gracias a una droga llamada
soma, que proporciona a sus consumidores (o sea, a todos los ciudadanos) tal sensación de éxtasis y placer que hace innecesarias la filosofía y la religión. La producción y administración de soma, por supuesto, están bajo estricto control. En suma, la novela constituye una crítica demoledora de las sociedades dirigidas, tanto marxistas como capitalistas: la felicidad total sólo es posible si está dirigida y controlada. Y enseña también que el dolor y el sufrimiento son parte de la existencia, de la vida misma, y no pueden ser suprimidos sin más, so pena de deshumanizar la sociedad. También es un aviso permanente contra los demagogos iluminados que prometen la felicidad gratuita a cambio de nada.
Desde el periódico El Día se pretende convertir a Canarias en un mundo feliz, de características casi calcadas a las que describe Huxley en su sociedad utópica. La independencia de las islas se promete como fuente de felicidad y riqueza material, se postula como solución digna ante una situación de opresión y expolio, y sirve de excusa para poner en la picota a todos aquellos que según el susodicho diario obstaculicen la ansiada realidad (¡pim, pam, pum, fuego!). Para conseguir este fin es imprescindible manipular a los lectores, convirtiéndoles en personas acríticas a base de mentir reiteradamente, deformar y falsear la realidad, repetir las mismas consignas y atropellar sin tapujos a los enemigos de la sociedad perfecta. En otras palabras: cuanto más (y cuantos más) epsilones, mejor. La independencia, curiosamente, se convierte por arte de magia en el soma de
Huxley, ya que bajo ella no hay, ni puede haber, aspecto negativo alguno. Todo son promesas de bienestar, felicidad, dignidad y libertad; mientras que en la situación actual, el pueblo canario se encuentra justamente bajo la miseria, la desesperación, la humillación y la esclavitud. La independencia, por sí sola, traerá riqueza, seguridad y dicha imperecederas. Y pobre del que piense lo contrario.
El
comentario de hoy, a falta de algo más que contar, es un capítulo más de esta historia que los tinerfeños y los canarios seguimos padeciendo a manos de
Clark Kent y sus secuaces:
- Si esto (la independencia) no se produce, (...) antes de que concluya 2010 (...) en los meses siguientes se producirán altercados en este Archipiélago. Es algo que no deseamos porque siempre hemos repudiado la violencia venga de donde venga. Sin embargo, el pueblo canario está cansado de tanta esclavitud.
- La autonomía es un burdo disfraz para mantenernos bajo el yugo colonial. Si en algunas regiones españolas -es el caso de Cataluña, el País Vasco o Galicia- consideran que el modelo autonómico está agotado y lo que se impone es la independencia, con mucha más razón podemos decir lo mismo en Canarias (...) Canarias no es una región española; no está unida físicamente a Europa -aunque sí nos unen lazos culturales y económicos a los que no pretendemos renunciar-, sino que está en otro continente y a 1.400 kilómetros de distancia de las costas españolas.
- ¿Se puede ser nacionalista y, al mismo tiempo, actuar con tanta pasividad, con tanta indolencia ante la brutal opresión que padece este pueblo desde hace casi seiscientos años? ¿No les dan pena a los nacionalistas los cientos de miles de parados y los miles de hambrientos que existen en Canarias? ¿No se dan cuenta de que si Canarias fuese una nación independiente otro gallo nos cantaría? ¿No les ha dicho nadie que tenemos recursos suficientes, tanto los actuales como los potenciales, para ser una nación pequeña pero rica, tal vez una de las más ricas del mundo? Qué pena nos dan esos hambrientos, esos parados, esos desesperados. Qué pena nos da una juventud en paro -en algunas islas están desempleados el 40% de los jóvenes-, cuando esa nueva savia podría estar gobernando su tierra sin las ataduras, los miedos y también, por qué no decirlo, las sinvergüenzadas políticas de sus mayores.
- No se puede ser afortunado bajo un yugo colonial; menos aun si ese yugo es el español. Nos duele decir esto, pero debemos manifestarlo así porque esta es la verdad: España ha sido uno de los países más déspotas, si no el que más, en la historia universal. Por eso sabemos que de España no podemos esperar nada; sin embargo, en los nacionalistas sí confiábamos. ¡Cuánto nos han decepcionado!
- ¿Quiénes son los culpables de la enorme tasa de paro que hay en Canarias, así como del hambre y la miseria que se apoderan de las Islas con pasos de gigante? Lo repetimos: Ana Oramas, José Luis Perestelo y Paulino Rivero.
Mentira número uno:
el pueblo canario está cansado de tanta esclavitud. No hace ni dos meses que el
86% de la población canaria decía sentirse orgullosa o muy orgullosa de ser también española. Claro que como la encuesta es obra del Centro de Investigaciones Sociológicas, habrá que declararla sospechosa porque sirve a oscuros intereses. Más aún si quien se hace eco de la publicación es un periódico de Gran Canaria.
Mentira número dos:
el desempleo y el hambre que sufre Canarias son culpa de la situación colonial. Más bien creo que son el resultado lógico de un modelo económico basado en la construcción desenfrenada y el turismo, así como de las actuales crisis económica y financiera que, conviene recordarlo, tienen alcance global. Desde este punto de vista, curiosamente, los políticos de Coalición Canaria (entre ellos los directamente acusados por El Dia) sí serían responsables, al menos en parte, de la situación actual, pero no por su negativa a remar en favor de la independencia, como reclama
Garibaldi (
Mentira 2b), sino por haber hecho de Canarias un paraíso para el ladrillo y el asfalto, cuya consistencia se ha derrumbado como un castillo de naipes.
Mentira número tres:
Canarias no es una región española porque no está unida físicamante a Europa, con la que sí nos unen lazos culturales y económicos. El argumento es en sí mismo contradictorio: si la europeidad de Canarias se basa en lazos culturales y económicos, ¿por qué no la españolidad? Dicho de otro modo, lumbreras: si no podemos ser españoles por mor de la distancia, tampoco podemos ser europeos, no importa los lazos que existan o hayan existido. Y sí somos españoles porque, además de que así lo siente y manifiesta la mayoría de las gentes de esta tierra, y además de lazos culturales y económicos, tenemos vínculos de sangre que se pretenden ocultar a toda costa. Es falso que seamos exclusivamente guanches: somos eso mismo, andaluces, extremeños, castellanos, portugueses y berberiscos. Y ojalá que seamos mucho más y más variado que eso, pues el mestizaje ha sido y es fuente de vida, y la endogamia sólo lleva a la idiotez.
Mentira número cuatro:
la juventud canaria podría gobernarnos. Líbrenos Dios. Si es esa misma juventud que ha renegado de los estudios en pos del dinero fácil, si es esa juventud que alegremente se ha apuntado al ladrillo, seducida por los bienes materiales (incluyendo en no pocos casos familia) a los que ahora se ve obligada a renunciar, y sin un mísero título académico o profesional con el que rellenar un currículum decente, si es esa juventud que ha olvidado el significado de palabras tales como
esfuerzo,
sensatez,
responsabilidad,
dificultad,
previsión y
ahorro, entre otras, entonces no, gracias.
Mentira número cinco: España ha sido el país más déspota de la historia universal. En la historia española hay, desde luego, sombras y algunas de ellas muy oscuras. Pero no creo que España haya sido en su momento más déspota que la Gran Bretaña de su Graciosa Majestad, con su monopolio de esclavos y su exterminio deliberado de algunas poblaciones indígenas, por no mencionar a la Alemania hitleriana, la China de Mao o la Camboya de Pol Pot, y la Unión Soviética de Stalin y Kruschev, responsables de millonarias matanzas sistemáticas o, echando la vista atrás, los grandes y pequeños imperios que se construyeron sobre la base de la mano de obra esclava o servil (Egipto, Grecia, Roma, Persia, Rusia o Turquía, por poner algunos casos).
Mentira número seis:
si no se reconoce la independencia antes de final de año, habrá altercados en Canarias. Simplemente, apuesto a que no.
Y la
MENTIRA más gorda, flagrante y descarnada:
la independencia nos traerá toda clase de bienes. Eso sólo sería posible si la sociedad canaria estuviese preparada para ello, que no lo está, y si no tuviésemos al lado a un tiburón marroquí dispuesto a tragarnos de un solo bocado.
¿Habrá aún quien, como un epsilón degradado e inconsciente de sí mismo, se atreverá a reclamar su dosis diaria de fantasías animadas para echarle la culpa a quien no debe de sus males?
¡Soma, soma, soma!