A pesar de haber cursado una carrera universitaria de ciencias y tener la inmensa fortuna de poder ejercerla (entiéndase en el estricto terreno laboral), siento profunda debilidad y auténtica pasión por la Historia, con mayúsculas. Una disciplina, como tantas otras de lo que se da en llamar Humanidades, que corre serio peligro de olvido, por la mano de quienes han pergeñado (que no diseñado) los planes de estudio que cursan nuestros adolescentes en la ESO y en bachillerato. Nos recuerda a menudo Arturo Pérez-Reverte que el valor de la historia se resume en una breve sentencia: somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos.
Aprender Historia no consiste, por tanto, en memorizar una mera colección de hechos, personajes y fechas, sino en comprender lo que una determinada conjunción de esos factores supuso para nuestros semejantes entonces, así como de las repercusiones que supone hoy para todos nosotros. La Historia es, pues, algo precioso y delicado por el enorme poder que contiene, y por tanto debe ser atendida y entendida, nunca esgrimida o deformada en aras de alguna finalidad, sobre todo política. Esa es una de las razones por las que reniego activamente de cualquier nacionalismo de cualquier signo que en el mundo haya sido o pueda ser. El manual del nacionalista incluye como axioma invariable la prostitución de la historia y sus acontecimientos, con el oscuro y perverso propósito de procurar justificación a sus postulados, siempre tribales, a menudo estridentes y frecuentemente retrógrados. Por eso no puedo evitar que me hierva la sangre cuando algún imbécil (a fool, en inglés) juega a historiador sin más argumentos que el ciego fanatismo o la más evidente y supina memez.
Pues bien, lean este parrafito que se marca Gary Baldi hoy, a propósito de unas declaraciones del general Abad Ripoll pronunciadas en la conmemoración del intento fallido de la Royal Navy británica, al mando de Horacio Nelson, de conquistar esta isla:
Lo mejor para nosotros, indudablemente, hubiese sido caer en manos británicas, porque a estas alturas posiblemente ya seríamos libres. Los ingleses son un pueblo mucho más civilizado que el español; un pueblo que hubiese entendido que este Archipiélago debe ser un país libre y habría obrado en consecuencia. Que no olvide el general Abad un dicho popular: los dos peores errores cometidos en Canarias fueron no haber dejado entrar a Nelson y permitir que saliera Franco. Y "vox populi, vox Dei". El pueblo siempre tiene razón. El pueblo dice esto porque es muy sabio; sabe que con los españoles nunca conseguiremos nada, porque los españoles, los de antes y los de ahora, son rapiñadores, mientras que los ingleses, volvemos a decirlo, son personas cultas y civilizadas.
¿Conque que los ingleses no han sido rapiñadores? ¿Así que habrían entendido a la primera que Canarias es un país libre? Tiene gracia que se hagan semejantes afirmaciones acerca del país que reunió bajo su mando el imperio colonial más extenso que jamás se haya visto: Canadá, la franja este de los Estados Unidos, la India, el Pakistán y Bangla Desh juntos, Australia, y media Africa fueron británicos, sin contar con numerosos archipiélagos y enclaves repartidos por todo el orbe. Naturalmente, y como los hijos de la Gran Bretaña son tan educados, establecieron sus colonias después de haber pedido permiso a las gentes locales, nunca sacando provecho de su primacía naval o de su formidable y disciplinado ejército. Antepusieron siempre el bienestar de los colonizados a sus propios intereses comerciales. Y de rapiñar, nada: un mito. Nadie puede explicarse por qué nombres como Francis Drake, Henry Morgan, Edward Teach (apodado Barbanegra), Walter Rayleigh, Thomas Cavendish, o William Kidd, todos ellos hijos de su Graciosa Majestad (por mencionar sólo algunos), aparezcan como figuras prominentes de la piratería y el corso en docenas de libros. Mala propaganda española, sin duda.
Y en cuanto a la majadería (¡otra más!) de nuestro gran prócer acerca de la comprensión de que hubiesen hecho gala los británicos para reconocernos como país libre, no sólo es una burda y gratuita especulación, sino además cuestionable a la luz de la realidad actual. Si uno repasa la lista de territorios no autónomos que, según la famosa resolución 1514 de Naciones Unidas, deben ser descolonizados, encuentra casos como los de Anguila, Bermudas, las islas Caicos y Turcos, las islas Caimán, las islas Malvinas... uy, perdón, Falklands, Montserrat, Pitcairn, o Santa Helena y, por supuesto, la joya de la corona: Gibraltar. ¿Quién los administra? El Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y sus educadas y civilizadas gentes. El caso de las Malvinas es muy paradigmático: fueron ocupadas por la fuerza en 1833, al igual que lo fue Gibraltar un siglo antes. Y ahora se hacen valer los derechos de los pobladores, descendientes de los colonos británicos, sobre cualquier reclamación territorial que puedan formular Argentina o España. Typically British.
Que nadie me interprete mal. Esto no es un ejercicio barato de anglofobia. He vivido varios meses entre británicos, he visitado Inglaterra, Gales y Escocia, les he tratado personalmente, hablo su idioma, escucho su música, leo a sus autores, y tengo la fortuna de poder contar con amistades y personas cercanas, británicas, a las que considero buena gente y aprecio de verdad. Entre ellas a un afable profesor de la Universidad de Salford (Manchester) que dio un giro decisivo a mi tesis doctoral mientras estuve allí. Y les considero, en efecto, personas educadas y sensatas, organizadas, disciplinadas, y respetuosas de sus leyes y la sociedad en que viven. Ahora bien, lo que no tolero es que un iluminado juntaletras venga a explicarme (¡qué vox populi ni ocho cuartos!) lo que han sido los británicos en la historia y lo que sería hoy de nosotros si Nelson hubiese mantenido intactos sus dos brazos y hubiera añadido este terruño a la lista de dominios de Su Majestad.
Y como después de todo, albergo la esperanza de que la Divina Providencia le devuelva algún día el entendimiento, vaya para él el saludo que sirve de título a este post. Perdón, a esta entrada.
Aprender Historia no consiste, por tanto, en memorizar una mera colección de hechos, personajes y fechas, sino en comprender lo que una determinada conjunción de esos factores supuso para nuestros semejantes entonces, así como de las repercusiones que supone hoy para todos nosotros. La Historia es, pues, algo precioso y delicado por el enorme poder que contiene, y por tanto debe ser atendida y entendida, nunca esgrimida o deformada en aras de alguna finalidad, sobre todo política. Esa es una de las razones por las que reniego activamente de cualquier nacionalismo de cualquier signo que en el mundo haya sido o pueda ser. El manual del nacionalista incluye como axioma invariable la prostitución de la historia y sus acontecimientos, con el oscuro y perverso propósito de procurar justificación a sus postulados, siempre tribales, a menudo estridentes y frecuentemente retrógrados. Por eso no puedo evitar que me hierva la sangre cuando algún imbécil (a fool, en inglés) juega a historiador sin más argumentos que el ciego fanatismo o la más evidente y supina memez.
Pues bien, lean este parrafito que se marca Gary Baldi hoy, a propósito de unas declaraciones del general Abad Ripoll pronunciadas en la conmemoración del intento fallido de la Royal Navy británica, al mando de Horacio Nelson, de conquistar esta isla:
Lo mejor para nosotros, indudablemente, hubiese sido caer en manos británicas, porque a estas alturas posiblemente ya seríamos libres. Los ingleses son un pueblo mucho más civilizado que el español; un pueblo que hubiese entendido que este Archipiélago debe ser un país libre y habría obrado en consecuencia. Que no olvide el general Abad un dicho popular: los dos peores errores cometidos en Canarias fueron no haber dejado entrar a Nelson y permitir que saliera Franco. Y "vox populi, vox Dei". El pueblo siempre tiene razón. El pueblo dice esto porque es muy sabio; sabe que con los españoles nunca conseguiremos nada, porque los españoles, los de antes y los de ahora, son rapiñadores, mientras que los ingleses, volvemos a decirlo, son personas cultas y civilizadas.
¿Conque que los ingleses no han sido rapiñadores? ¿Así que habrían entendido a la primera que Canarias es un país libre? Tiene gracia que se hagan semejantes afirmaciones acerca del país que reunió bajo su mando el imperio colonial más extenso que jamás se haya visto: Canadá, la franja este de los Estados Unidos, la India, el Pakistán y Bangla Desh juntos, Australia, y media Africa fueron británicos, sin contar con numerosos archipiélagos y enclaves repartidos por todo el orbe. Naturalmente, y como los hijos de la Gran Bretaña son tan educados, establecieron sus colonias después de haber pedido permiso a las gentes locales, nunca sacando provecho de su primacía naval o de su formidable y disciplinado ejército. Antepusieron siempre el bienestar de los colonizados a sus propios intereses comerciales. Y de rapiñar, nada: un mito. Nadie puede explicarse por qué nombres como Francis Drake, Henry Morgan, Edward Teach (apodado Barbanegra), Walter Rayleigh, Thomas Cavendish, o William Kidd, todos ellos hijos de su Graciosa Majestad (por mencionar sólo algunos), aparezcan como figuras prominentes de la piratería y el corso en docenas de libros. Mala propaganda española, sin duda.
Y en cuanto a la majadería (¡otra más!) de nuestro gran prócer acerca de la comprensión de que hubiesen hecho gala los británicos para reconocernos como país libre, no sólo es una burda y gratuita especulación, sino además cuestionable a la luz de la realidad actual. Si uno repasa la lista de territorios no autónomos que, según la famosa resolución 1514 de Naciones Unidas, deben ser descolonizados, encuentra casos como los de Anguila, Bermudas, las islas Caicos y Turcos, las islas Caimán, las islas Malvinas... uy, perdón, Falklands, Montserrat, Pitcairn, o Santa Helena y, por supuesto, la joya de la corona: Gibraltar. ¿Quién los administra? El Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte y sus educadas y civilizadas gentes. El caso de las Malvinas es muy paradigmático: fueron ocupadas por la fuerza en 1833, al igual que lo fue Gibraltar un siglo antes. Y ahora se hacen valer los derechos de los pobladores, descendientes de los colonos británicos, sobre cualquier reclamación territorial que puedan formular Argentina o España. Typically British.
Que nadie me interprete mal. Esto no es un ejercicio barato de anglofobia. He vivido varios meses entre británicos, he visitado Inglaterra, Gales y Escocia, les he tratado personalmente, hablo su idioma, escucho su música, leo a sus autores, y tengo la fortuna de poder contar con amistades y personas cercanas, británicas, a las que considero buena gente y aprecio de verdad. Entre ellas a un afable profesor de la Universidad de Salford (Manchester) que dio un giro decisivo a mi tesis doctoral mientras estuve allí. Y les considero, en efecto, personas educadas y sensatas, organizadas, disciplinadas, y respetuosas de sus leyes y la sociedad en que viven. Ahora bien, lo que no tolero es que un iluminado juntaletras venga a explicarme (¡qué vox populi ni ocho cuartos!) lo que han sido los británicos en la historia y lo que sería hoy de nosotros si Nelson hubiese mantenido intactos sus dos brazos y hubiera añadido este terruño a la lista de dominios de Su Majestad.
Y como después de todo, albergo la esperanza de que la Divina Providencia le devuelva algún día el entendimiento, vaya para él el saludo que sirve de título a este post. Perdón, a esta entrada.