lunes, 16 de abril de 2012

Telepatía

Singular demostración de omniscencia por parte del gran gallinazo, al mostrar a sus lectores que ha sido capaz de leer con claridad en los vericuetos de la mente del soberano marroquí, Mohamed VI, durante su reciente entrevista con Paulino Rivero. Cosa nada fácil de por sí, más aún si se tiene en cuenta la distancia. Ya está tardando Iker Jiménez en tomar nota de la clarividencia del Mencey-Tenique. Y qué decir de La Moncloa: bien podría sacar provecho de estas habilidades psíquicas en las siempre delicadas relaciones con nuestro vecino magrebí. Lean:
  • (...) nos imaginamos que el rey de Marruecos no salía de su asombro ante el bajo nivel de quien tenía delante -que conste que nos referimos a la actividad política del señor Rivero, y no a su persona-, pues seguramente le costaba entender cómo alguien tan necio, políticamente hablando, podía presidir el Gobierno de una región con más de dos millones de habitantes.
  • Seguro que en ese momento Mohamed VI estaba pensando que lo mejor para los canarios es que su país incorpore estas Islas a su ordenamiento administrativo, con una amplia autonomía o la fórmula ya apuntada de Estado libre asociado (...)
  • (...) convencido Mohamed VI de que Rivero servía como mucho para alcalde del último villorrio del Magreb pero nada más, decidió engañarlo cuando le preguntó por las prospecciones petrolíferas. Le dijo que ellos no habían encontrado petróleo para que tanto Rivero como Soria se olvidaran de los posibles yacimientos de hidrocarburos.
  • En definitiva, Mohamed VI lo engañó igual que Zapatero cuando le entregó aguas en cestas (...)
Pues no señor: el que no sale de su asombro es quien suscribe. Y ya que hablamos: ¿le importaría echarme una manita con la bonoloto? Que la cosa está bien chunga, maestro.

domingo, 15 de abril de 2012

El hombre que susurraba al gran Tenique

Por fin ha tenido a bien el sacrosanto pater Canariarum arrancarse por bulerías, perdón, por folías de esas que tanto le gustan y volver a sus esperpénticos alegatos independentistas para dejar un momento en paz al presidente del gobierno canario. Un momento solo, ¿eh? Que nadie piense que ni siquiera le menciona. Ayer ya dejó una muestra clara de sus intenciones:

Acabamos con una reflexión que desarrollaremos de forma más amplia en nuestro editorial de mañana. De nuevo un incompetente y españolista ha planteado las palabras "autodeterminación" y "referéndum" como paso previo para que Canarias se convierta en una nación soberana. Hemos dicho muchas veces que Canarias estaba autoderminada como nación antes de que se produjese la conquista, la vil invasión de las tropas regulares de Castilla y sus mercenarios. El referéndum sobre nuestra independencia no tendría valor porque ya se ha encargado España de inundarnos de peninsulares a lo largo de muchos siglos, así como de inmigrantes que votarán por la continuidad de la presencia española en esta tierra. Es decir, España se ha asegurado de que fracase cualquier referéndum para librarnos de su yugo colonial. Canarias tiene un derecho natural y propio, que emana del pueblo canario, a ser una tierra libre y a que sus habitantes vivan con identidad propia y con dignidad. Tenemos pleno derecho a recuperar nuestra libertad por medios pacíficos, y lo haremos cuando el pueblo canario supere la narcosis en la que la han sumido los españoles para someterlos.

Y hoy, recurriendo sin vergüenza alguna al siempre complicado y comprometido arte del copia-pega, han cumplido con su amenaza:

Como adelantábamos en nuestro comentario de ayer, un incompetente y españolista ha vuelto a hablar de "autodeterminación" y "referéndum" como paso previo para que Canarias se convierta en una nación soberana. Hemos dicho muchas veces que Canarias estaba "autoderminada" como nación antes de que se produjese su conquista, la vil invasión que sufrió por parte de las tropas regulares de Castilla y sus mercenarios. Además, el referéndum sobre nuestra independencia no resultaría significativo porque ya se ha encargado España de inundarnos de peninsulares a lo largo de muchos siglos, así como de inmigrantes que votarán por la continuidad de la presencia española en esta tierra. Es decir, España ha hecho todo lo necesario para que fracase cualquier referéndum encaminado a que el pueblo diga si quiere librarse de la esclavitud colonial o seguir sometido a una nación situada en otro continente.

Por otra parte, Canarias tiene un derecho natural y propio a ser una tierra libre y a que sus habitantes vivan con identidad propia y con dignidad. Tenemos pleno derecho a recuperar nuestra libertad por medios pacíficos. El silencio del Gobierno ante los editoriales del único periódico que pide la libertad del pueblo canario es harto significativo del miedo que sienten los españoles porque saben que pronto perderán la única posesión colonial que les queda. Saben que la razón está de parte de los canarios porque este país fue invadido. Tenemos derecho a recuperar la libertad que tenían los guanches antes de que llegaran los invasores y a ser resarcidos por los cuantiosos daños que nos han causado durante seiscientos años, así como por lo mucho que han rapiñado los peninsulares de nuestras Islas. Hoy en día las oficinas de la Hacienda española siguen despojándonos del fruto de nuestro trabajo. Por lo tanto, un referéndum está fuera de lugar. Lo que procede es que quienes nos invadieron desalojen un Archipiélago que no es suyo y se acabó.

No es la primera vez que en El Día recurren a esta sarta de mentiras y sandeces para justificar lo injustificable. Si estamos diluidos en una masa de peninsulares e inmigrantes (ojito al pelllizco xenófobo), traída ex-profeso (¡atención!) con el solo propósito de impedir nuestra libertad (¡manda güevos!) ¿qué ha sido de los canarios genuinos? ¿Cómo se pretende que una supuesta minoría imponga su voluntad a una mayoría? Lo de nación canaria previa a la invasión es otra de las falacias favoritas del lie-parade del insigne guanchófono azul. Que no, hombre, que Canarias no era ninguna unidad antes de la invasión, no existía nación alguna (el concepto de nación como lo entendemos hoy es muy posterior a aquellos días), que incluso dentro de una misma isla, los aborígenes vivían separados y a veces incluso enfrentados entre sí, que los hubo que participaron de mejor o peor grado en la conquista de otras islas. Que somos hijos de los guanches, sí, pero también de los españoles que vinieron detrás, y de los portugueses, franceses, británicos y berberiscos que se asentaron en estas islas a lo largo de los siglos, hasta hacer de nosotros lo que somos. Ya no hay guanches, ya no quedan. La historia les dio su lugar y, como sucedió con tantos otros pueblos que sufrieron incluso peor destino, se los quitó luego para dar paso a los que estamos hoy: a los canarios, a los españoles de Canarias.

Semejante barbaridad de corte fascistoide (la imposición por la fuerza basada en una mentira repetida mil veces), no debería ser extraña a quien siempre ha dado loas y vivas al antiguo régimen y al gobernante que rigió los destinos de este país durante casi cuarenta años. Pedirle que adopte maneras genuinamente democráticas es ya un imposible. Sin embargo, no hay que olvidar que a su lado, no sé bien si como angelito o diablillo, tiene a alguien dispuesto a susurrarle al oído la retórica oportuna, salpimentada de mentiras trasnochadas, clichés propagandistas y una buena dosis de intransigencia. Alguien de otro tiempo, que para su desgracia y ridículo no ha caído aún en la cuenta de su propia y evidente caducidad y que, recordémoslo, fue capaz de pergeñar un proyecto de constitución para las islas en el que sus ciudadanos serían forzados a adoptar la nacionalidad canaria, pudiendo adquirir doble nacionalidad, salvo la española. Entre otros cánticos inspirados en Lucy in the Sky with Diamonds. Alguien que ha convertido al delirio, la irrealidad y el absurdo en motores de su ideario, pero con suficiente poder de persuasión como para convencer al senil Tenique Mayor de Santa Cruz con sus cánticos de pejeverde. Que no de sirena.

¿Quién te lo dijo leré? / Ese fue Cubillo, tururu, turú / Ese fue Cubillo, tururu, turú.

P.D.: A veces el copiapega es imperfecto. Si el sábado Canarias ya estaba autodeterminada, el domingo sólo estaba autoderminada (las comillas se llevaron una sílaba por delante). De pura hambre, se diría que se comen la autodeterminación a bocado limpio.

miércoles, 11 de abril de 2012

Los sonidos del silencio

Inmortal tema éste de los irrepetibles y eternos Paul Simon y Art Garfunkel, cuyo título me sirve para crear una nueva entrada, algo que, tal y como habrán podido comprobar los pacientes lectores de esta humilde bitácora no se produce desde hace ya algún tiempo. Y no es por falta de ganas. Simplemente, porque bien poco hay que comentar. Gary Baldi se ha quedado sin temas (argumentos, la verdad, nunca tuvo), sin aspectos o realidades sobre los que pontificar, más allá de su archiconocida y machacona perreta con Paulino Rivero, cántico recurrente sobre el que descansan sus diatribas diarias. El político sauzalero, su pérfida señora y su corte de políticos bolsilleros siguen siendo la causa única de todos nuestros males. Y a partir de ahí, vale cualquier insulto o descalificación. Dice el prócer que sólo han de ser entendidos en clave política, cuestión sobre la que discrepo pues, como ya señalé alguna vez, ciertos calificativos traspasan por sí mismos la barrera entre lo político y lo mundano, entrando a golpe de ariete en aspectos reservados de la persona e incurriendo así en una evidente falta de respeto, como mínimo, cuando no en abiertas injurias y calumnias.

Por eso mismo escribo, por señalar que no es por falta de atención (sigo leyendo puntualmente los exabruptos del líder guanchófono), sino más bien por falta de motivación ante la ausencia de novedades. Tanto así, que ni siquiera voy a hacer referencia esta vez a comentario o editorial alguno de los que se engendran y difunden desde la santacrucera avenida de Buenos Aires.

Sí pienso, en cambio, que si el que suscribe se cansa de tanta insistencia y de tanto más-de-lo-mismo, igual puede suceder con muchos asiduos de El Día que, leídos los primeros párrafos de la filípica, opten por ignorarla ante la previsible reiteración. Así, semejante postura, lejos de ser inteligente, puede acabar volviéndose contra su autor, a quien los lectores terminarán por prestar tanta atención como al pastorcillo travieso que gritaba que viene el lobo sólo por causar revuelo. Paulino Rivero y su gobierno pueden, ciertamente, tener su cuota de responsabilidad por la mala situación que atravesamos. Pero no por ser torpes, ineptos, brutos o déspotas y ya está, sino tal vez por habernos subido al carro de un sector productivo (el del ladrillo) hoy desmoronado. O quizás por haberse apuntado a obras faraónicas que terminaban por exceder obscenamente cualquier presupuesto previo. O como tantos otros, por no haber invertido recursos suficientes en I+D+i, o haberlo hecho sin apenas fiscalización alguna. O por haber protegido en lo profundo de su rebaño a personajes de muy dudosa honestidad. O por haber convertido el sector educativo en un erial (informe PISA mediante) y luego pretender maquillar desvergonzadamente la cruda realidad. O, más calentito aún, por apuntarse con infame hipocresía a un discurso ecologista que jamás ha sido suyo, hechos contrastados por delante.

Si contemplamos la realidad económica del país, con los bancos jodiendo al personal al mantener cerrado el grifo del crédito, con las comunidades autónomas y su pésima gestión en el ojo del huracán, con las empresas convertidas en versiones contemporáneas de Tara o Los Doce Robles, y así sucesivamente, es fácil comprobar que hay mucho campo abonado para ejercer una crítica mínimamente inteligente. Hasta el infinito, y más allá. Pero no. Inteligencia en El Día, ni para excitar un encefalograma plano. Tal vez porque, de asumir ese papel, tendrían necesariamente que virarse contra sus verdaderos amos en la sombra, aquellos a quienes jamás se atreverán a cuestionar, hagan lo que hagan y digan lo que digan. Por tanto, y ante la duda, siguen insistiendo en la crítica ramplona con la que intoxican el intelecto de la sufrida parroquia.

Pues nada, maestro, siga usted así. Ya verá qué bien le irá.