Desde que el mundo es mundo, los momentos de crisis aguda en las sociedades han sido el caldo de cultivo idóneo para el ascenso (incluso la llegada al poder) de toda suerte de personajes, grupúsculos, bandas y demás fauna diversa que tienen como denominador común el mensaje. Más patético en unos casos, más siniestro en otros, pero invariablemente populista y abiertamente demagógico.
Dentro del primer grupo podríamos recordar a Carlos Menem, presidente de Argentina durante la década de los 90. El populismo y la demagogia los llevaba en la sangre, no en vano era (y sigue siendo) peronista. ¿Recuerdan aquella frase de su campaña electoral ¡Síganme, síganme, que no les voy a defraudar!? Menem pasó a la historia por ser el presidente que neoliberalizó el país, privatizó la mayoría de las empresas y consorcios públicos (entre ellos la famosa YPF) y aproximó su país a Estados Unidos, abandonando así la tradicional política argentina de no alineación. Pero en materia económica no le fue del todo bien: sus políticas llevaron a Argentina a triplicar su deuda externa, de modo que su sucesor Fernando de la Rúa tuvo que afrontar la posibilidad cierta de un pánico bancario que solucionó in extremis con la fórmula conocida como corralito: los argentinos no podían disponer libremente de sus fondos, depósitos y ahorros bancarios. Aún hoy (una década después) tienen limitaciones para algo tan simple como transferir dinero fuera de su país. Carlos Menem es actualmente senador por su provincia natal, La Rioja. ¡Síganme, que no les voy a defraudar! Casi nada.
Sería muy obvio señalar a los nazis de Hitler como ejemplo del segundo grupo, así que voy a recurrir a una de sus vástagos: el partido Amanecer Dorado, de abierta inspiración neonazi, que acaba de lograr representación parlamentaria en las recientes elecciones griegas. Ya que no pueden alegar como parte de su ideario una hipotética superioridad de los genes helenos (la esencia del nazismo se basa en la pureza racial como bien supremo del estado), se contentan con atribuir todos los males del país a cuanto llega del exterior (inmigrantes, sobre todo) y adoptar simbologías y actitudes propias de los grupúsculos de matones neonazis que han salpicado Europa durante las últimas décadas. Una muestra harto elocuente de esta actitud ocurrió hace unos pocos días, cuando uno de sus miembros la emprendió a bofetadas contra dos candidatas de izquierda en un debate televisivo. Afortunadamente, las previsiones de voto en los próximos comicios para estos amables caballeros tienden a la baja, pero su mera presencia demuestra una vez más lo que puede lograr la demagogia en los tiempos del cólera.
En nuestro privilegiado terruño, la demagogia es moneda corriente en los comentarios de Gary Baldi y sus secuaces. Hace más o menos un año que el periódico azul declaró la guerra abierta contra Paulino Rivero y su entorno, político y familiar. Desde entonces, el mensaje de los matones periodísticos (en su vida privada no entraré jamás) de la avenida de Buenos Aires (casualidades de la vida) se resume en que, una vez desterrados el político sauzalero y su séquito de la vida pública, las islas recuperarán un estatus económico envidiable. El común de los canarios, que padece la crisis, el paro, los recortes en gastos sociales y las subidas de impuestos, sabe bien que Paulino Rivero no es responsable directo de ello, y que las críticas del mencey guanchófono y su jauría (periodística, insisto) obedecen a una perreta (nunca mejor dicho) por el asunto de Radio El Día y las actuaciones judiciales derivadas de las acusaciones sobre supuestos asuntos turbios de la familia Rivero en México.
Pero
Gary Baldi y los suyos, a lo suyo. Dada la proximidad del congreso de Coalición Canaria,
intentan convencer a los compromisarios para que les hagan el trabajo sucio y quiten de en medio a Rivero y compañía, con nombres y apellidos:
La primera medida que deben adoptar los compromisarios de este partido
es la expulsión sumarísima de Paulino Rivero, de Ángela Mena y de todos
los demás traidores políticos al pueblo canario (...): Ana Oramas, José
Perestelo, José Miguel Ruano, José Miguel González, Javier
González-Ortiz (...), Fernando Ríos (...), Barragán (...) y
María del Mar Julios (...). O los echan de inmediato, como primer punto del orden del día del
congreso, o no merece la pena que sigan adelante porque ese partido
estará sentenciado a muerte.
Y después viene el ejercicio de demagogia, escudándose en cuantos sufren las consecuencias de la crisis:
Los hambrientos, los familiares y amigos de los muertos por las listas
de espera, los jóvenes que han emigrado y los que están esperando para
embarcar, las víctimas de los recortes, el comercio que no vende, los
miserables que no tienen donde caerse muertos, los desesperados, los
iracundos por la desvergüenza y la infamia política de los que gobiernan
habiendo perdido las elecciones, es decir, los impostores, todos están a
la espera del congreso nacional de CC de los días 16 y 17. Todos
esperan la desaparición de Rivero, su esposa Mena y la pandilla del
Gobierno y su camarilla de allegados.
No. Eres tú quien lo espera más que nadie. Es el sueño húmedo que llena tus noches de pesar y te da más fuerzas que una viagra. Esa es tu demagogia, grandísimo embustero. Tu vendetta particular. No puede ser trágica porque tus cacareos han sido siempre más patéticos que otra cosa. Pero en cualquier caso, tu discurso, además de demagógico, es vomitivo.