jueves, 17 de mayo de 2012

¿Un favor al paulinato?

Hoy me apetece reflexionar, en lugar de comentar algún nuevo disparate de la razón de ser de este espacio virtual. Es así, en parte, porque no hay nada nuevo bajo el sol: erre que erre, gota a gota, dale que dale, siguen todos los días las mismas consignas en contra de Paulino Rivero, sus señora, sus adláteres y Coalición Canaria, aderezados con los habituales llamamientos a la independencia como cornucopia infalible que nos sacará de todos los males que en el mundo han podido ser. Y como se han quedado solos en su furibunda prédica, nada mejor que el también usual ejercicio masturbatorio y endogámico de reproducir a los propios, no así a fuentes ajenas, salvo que sean coincidentes con los postulados del prócer guanchófono y sus golfos apandadores. En resumen: un coñazo, hablando en román paladino que es como nos entendemos los cristianos. De donde no hay no se puede sacar.

Me pregunto si no son conscientes del riesgo que corren, empapados en su propia soberbia, ostentado una representatividad más ficticia que los billetes del Monopoly, empecinados en hacer una guerra que, lejos de poder ganar, se empeñan en perder. Y me explico. Repetidas veces se ha comentado en este espacio que Paulino Rivero deja mucho que desear como gobernante y gestor, lo mismo que el partido que le sustenta. Ahí están sus méritos: apoyados en el binomio construcción-turismo, el político sauzalero y su, llamémosle, partido han perdido una oportunidad de oro para mejorar de verdad el nivel de vida de las gentes que poblamos estas islas. Esa sostenibilidad de la que tanto hablaba el difunto Adán Martín fue siempre, literalmente, humo. Derrumbado el sector constructor, lugar de incubación de los mismos próceres de Coalición Canaria, en jaque el turístico con la espada de Damocles de la subida de impuestos indirectos, y seriamente amenazadas la calidad de la enseñanza y la sanidad en las islas, así como el empleo público en general, los señores de Coalición Canaria se han quedado en evidencia, empezando por el propio Rivero, incapaces de controlar una situación que está arrasando con gobiernos en regiones y países del mundo, semejantes a bolos de bolera ¿Debería entonces dimitir? Quizás ¿Se ha conducido acaso con arbitrariedad y ha creado redes clientelares? Es posible. ¿Carece de las capacidades adecuadas para gestionar este momento? Es más posible aún, aunque justo es reconocer que encontrar a quien pueda sacarnos del atolladero en que nos hallamos sería como descubrir al mirlo blanco no mutante.

Para los señores de El Día todo esto es obvio, pero aun cuando puedan tener razón en el fondo, la pierden por completo en las formas, con sus ataques barriobajeros y chabacanos a Paulino Rivero. Ataques que también pueden terminar con la credibilidad de sus lectores. Porque así como llega un momento en que un sonido monótono de fondo deja de ser percibido, así puede suceder con las soflamas de Gary Baldi que, a fuerza de repetidas, acaban por anestesiar. Mención aparte para el mantra de que la independencia es el remedio mágico capaz de curar todos los males en un contexto en el que la actividad económica está cayendo en picado, lastrada por el torbellino financiero que vivimos, y con la creciente amenaza de un rescate económico que nos pondría a los pies de una mula de carga (que le pregunten si no a los griegos). Si estas islas fueron alguna vez afortunadas en décadas recientes, lo fueron al modo que pergeñaron los señores que nos gobiernan, con la complicidad absoluta de Gary Baldi y los suyos, constituidos en baluartes del pseudonacionalismo de pandereta y concretera que llevamos más de tres lustros padeciendo y del que ahora tanto dicen renegar.

Peor aún: bien podría darse el caso de que la reacción fuese justamente la contraria a la pretendida, es decir, que Paulino despertara hasta simpatías por ser agredido de modo tan soez como insensato. Que el paulinato hallase en los señores de El Día un inesperado aliado para mantenerse en el poder, un ansia que a mí también me parece adivinar. Una permanencia que nos haría daño a muchos en las islas. Si se desea acabar con Paulino Rivero y su entorno, la senda de El Día no es la más adecuada. Y si no, al tiempo.

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