Gracias a los avances de la genética (¡si
Mendel levantara la cabeza...!) sabemos hoy que compartimos mucho con nuestros primos los primates. Tal semejanza, expresada en términos de DNA, reduce nuestras diferencias biológicas a poco más del 1%. Algo asombroso, al comparar un ser humano con un chimpancé, al menos en cuanto a morfología y lenguaje. Y que los monos comparten con nosotros cierta dosis de inteligencia, a veces hasta cotas inesperadas, tampoco es motivo de duda. Sin embargo, la mayoría de nosotros se haría cruces si viese un mono jugando con un enchufe, especialmente si hay agua cerca, y pondría conveniente distancia de por medio. El primate, no obstante, continuaría con la manipulación fruto de su curiosidad, ignorante del peligro que corre y al que expone a quien se encuentre en la escena.
Desde hace meses,
Gary Baldi le viene diciendo a
Paulino Rivero de todo menos guapo. Atrás quedó
la enconada defensa del político sauzalero, loas y succiones incluidas. Los males que sufríamos bajo su gobierno no eran en ningún caso producto de su gestión, sino de la situación colonial a que nos sometía el opresor español. Con
Gary Baldi y su periódico azul,
Rivero estaba a salvo... hasta que pasó lo que pasó.
Es cierto que, desde su singular púlpito,
Gary Baldi lanzó continuas advertencias a lo largo de la primavera hacia el presidente del gobierno canario, para que solicitase -por la cara- la independencia de las islas, entre la colleja y el exhorto, pero sin perder jamás las formas. A partir de la primera semana de junio, emisoras de FM por delante, el editorialista desató los perros de la guerra.
Rivero fue acusado de
practicar el amiguismo, al tiempo que se le inducía a
marcharse, primero a Gran Canaria, luego a Madrid, más tarde
a México, y la semana pasada a
las antípodas. Al mismo tiempo, sostenía el mencey guanchófono que en su periódico estaban reuniendo una
amplísima documentación sobre las presuntas andanzas de los familiares y allegados del presidente canario en México, algo que ha quedado, por ahora, en agua de borrajas. La lista de epítetos sucesivamente dedicados a
Paulino Rivero (o su gestión) durante este verano, incluye lisonjas tales como
egoísta y soberbio,
déspota,
inepto,
tonto e ingenuo,
nefasto y peligro público,
tirano,
mentiroso e indigno,
colaboracionista,
cínico,
batracio,
traidor y autócrata,
cobarde,
descarado y prepotente,
desaprensivo y calamitoso,
estúpido,
mezquino,
desvergonzado,
nepotista,
falso,
ruin,
necio, incompetente y prevaricador,
torpe,
caradura,
incapaz e ineficaz, y por último,
atrevido. Arguía como casi siempre nuestro senil caudillo guanche que estos calificativos debían entenderse en el ámbito meramente político, pero muchos han sido proferidos
a secas, sin matices, y con avinagrada contumacia, para luego
titular una de sus diatribas:
Nos insultan porque no pueden rebatirnos. Sin comentarios.
Junto a los insultos, perdón, cumplidos mencionados, el veterano neoindependentista de la avenida de Buenos Aires ha responsabilizado desde entonces al presidente canario de casi todo lo imaginable. Empezando por la
situación de penuria económica y
laboral que muchos padecen en las islas, y siguiendo por
la emigración en
busca de empleo, la mala gestión de la
educación y la sanidad, el omnipresente
despotismo y el
trato de favor hacia su
círculo más allegado, o a
empresas foráneas (¡fíjate!), e incluso males bíblicos como la
peste negra, o
la guerra (las alusiones al
hambre son mucho
más frecuentes). También ha llegado a jugar con el término "
nacional socialista", y
más de una vez, en alusión al pacto entre CC y el PSC-PSOE. Evidentemente, ni
Paulino Rivero ni su partido iban a irse de rositas después de tanta tropelía, de ahí las continuas advertencias del castigo que les aguardaba si no corregían sus desmanes. Así fue como volvió el recuerdo de Versalles y la guillotina que se llevó por delante a los Borbones franceses:
una,
dos,
tres,
cuatro,
cinco veces... En suma,
Paulino Rivero se convirtió en
el peor enemigo de Canarias, un
posible corrupto, un
pésimo presidente. La única salida que le quedaba para
escapar de su destino, apenas inaugurado su segundo mandato, era la
dimisión y el
exilio voluntarios. Curiosamente, tras sufrir tantas iniquidades,
Gary Baldi afirmó
sentirse sodomizado (y luego
acusa a otros de homosexualidad, el machote). Pero es muy esclarecedor comprobar que sobre todo esto planeó siempre la sombra del
affaire radiofónico, tal como puede verse
aquí,
aquí,
aquí,
aquí,
aquí, y
aquí. Eso sí: las
pataletas y las venganzas son cosa de
Paulino, nunca del veterano prócer.
Semejante siembra tenía que reventar por algún lado, y así parece que ha ocurrido. No hace mucho, el blog
Canarias Bruta se hacía eco de los carteles que decoraban los muros próximos al parlamento regional, en los que se calificaba a
Paulino Rivero de
traidor (¿les suena?). Y ayer, el Diario de Avisos
publicaba que en las últimas semanas se han multiplicado las pintadas con amenazas de muerte proferidas hacia el presidente canario, quien afirmó
no sentirse preocupado por ello, si bien alguien debe estarlo, toda vez que el asunto ha pasado
a manos de la Policía Nacional y la escolta del mandatario ha sido reforzada.
¿Y cómo reacciona el
Pater canariarum ante unos hechos de los que puede ser en buena parte responsable?
Como mejor sabe: mirando a otro lado y haciendo gala de su hormigonado semblante. El sólo hace críticas políticas (¡por favor!), se trata de una estrategia de
Paulino (alguien que dice
no importarle nada) para desviar la atención, y acaba, bien que a regañadientes, condenando las amenazas, en condicional. Pero no concluye el comentario sin antes aclarar que su verbo hacia el presidente es
sosegado y sin violencia, y refugiarse en su pútrido victimismo de siempre: nos condenan por patriotas. Y se queda tan pancho, el abuelete.
No voy a dejar salir el torrente de adjetivos que querría plasmar en estas páginas ante semejante actitud, con una sola excepción, que habrá que añadir a los epítetos que (yo sí lo admito) he dedicado en alguna ocasión a este individuo:
irresponsable. Tan ignorante e irresponsable como el mono juguetón al que aludía al principio. Si
Paulino Rivero decide tomar de nuevo medidas judiciales contra él y sus soflamas, tendrá mis simpatías. Puede que
Gary Baldi tenga parte de razón en sus críticas (la gestión del gobierno canario es ciertamente reprobable en muchos aspectos), pero me parece impresentable e injustificable que en nombre de su derecho a la libre expresión tenga que
sodomizar (con premeditación, reiteración y alevosía) el debido respeto a los demás. Júzguelo si no el lector a partir de las aportaciones de esta entrada.