Confieso que, al leer el titular de la diatriba diaria con la que Gary Baldi atiza a sus particulares demonios, quedé un tanto inquieto. Con independencia (uy, perdón, lo puse en minúsculas), del contenido, sobre el que no vale la pena decir mucho por reiterativo, el titular se las trae en lata. Dice así: "Con qué impunidad degrada la Justicia".
Aún recuerdo a mi profesor de Lengua Española de COU, al que nos referíamos (in absentia, claro) por su apellido, pues la mayoría, por no decir todos, desconocíamos su nombre de pila. Resultó ser un cabroncete cínico y despiadado -sobre todo con las chicas- que, no obstante, fue lo mejorcito del colectivo docente que me tocó en suerte durante aquel azaroso y fascinante año de mi tardía adolescencia. Porque, pese a su particular forma de ser y actuar, impartía los conceptos propios de su magisterio con meridianas claridad y simplicidad. Sabía muy bien lo que hacía y de lo que hablaba, o sea. Era hueste acérrima de Fernando Lázaro Carreter, y bien que nos martirizó en su sagrado nombre. Pero gracias a él, y desde entonces, pude desenvolverme en el pantanoso terreno del análisis morfosintáctico con mayor seguridad que nunca. Hasta la fecha.
Por eso mismo quedé sorprendido al leer el titular pues, sin mayores pistas sobre su contenido, uno podría pensar que es la Justicia (sujeto) quien degrada (no se sabe a qué o quién), y encima de modo impune, sin que nadie la castigue por ello. El orden alterado (sujeto al final de la frase) bien podría deberse a un uso gratuito del hipérbaton, recurso estilístico muy propio del latín y de la prosa con tintes poéticos, en virtud del cual se cambia la secuencia lógica sujeto + verbo + predicado. Pero no.
Una simple lectura del primer párrafo del comentario fue más que suficiente para caer en la cuenta de que había interpretado erróneamente el mensaje de nuestro martirísimo mencey. En realidad, el sujeto de la frase es elíptico, pues ha sido omitido de forma intencionada, lo que convierte a la Justicia en objeto directo del verbo degradar. Lectura: alguien está degradando la Justicia sin que se le castigue por ello. Y ese alguien, visto lo visto, no es otro que Carlos Sosa, director del digital Canarias Ahora. ¿Por qué se omite su identidad? Sencillo: porque Gary Baldi siempre se refiere a él como chulón capicúa y, de un tiempo a esta parte, ha añadido a este cariñoso apelativo el apéndice caribeño mariconsón, motivo por el cual tiene una cita en su querida Las Palmas de Gran Canaria el próximo 13 de diciembre (como siempre sin tarjeta) para responder en los juzgados por su evidente falta de tacto. Sería de peor gusto referirse al periodista grancanario en términos tan gruesos en un titular.
¿O tal vez no? Total, de perdidos al río. O eso mismo debería creer el führer de la avenida de Buenos Aires, supongo, cuando da por perdido el juicio de antemano, llegando incluso a suponer que la sentencia ya le está esperando, redactada y todo. Y para colmo, insulta de nuevo a las gentes bienpensantes, al afirmar sin recato que será entonces (y no antes) cuando se sepa la identidad del demandante, sin que su periódico tenga que tomarse la molestia de desvelarla. Como si no hubiese dado pistas más que suficientes.
En fin, habrá que recordarle una vez más al abuelo nivariense que no somos gilipollas. Y de paso, recomendarle que no tenga miedo de hablar (o escribir) más clarito y sin las ambigüedades que achaca a otros. ¿O acaso tiene algo -más- que perder? Porque si el presunto mariconsón le gana el juicio, me atrevo a pronosticarle escozores en una Región Ultraperiférica de su anatomía. Y no me refiero a su atolondrada cabeza, donde ya sabemos que padece queratosis actínica, lo cual es motivo de compulsivos e involuntarios cortes de mangas en público. Después de todo, debe de escocer cuando un mariconsón te da las tuyas y las del pulpo. Por muy elíptico que sea.
Aún recuerdo a mi profesor de Lengua Española de COU, al que nos referíamos (in absentia, claro) por su apellido, pues la mayoría, por no decir todos, desconocíamos su nombre de pila. Resultó ser un cabroncete cínico y despiadado -sobre todo con las chicas- que, no obstante, fue lo mejorcito del colectivo docente que me tocó en suerte durante aquel azaroso y fascinante año de mi tardía adolescencia. Porque, pese a su particular forma de ser y actuar, impartía los conceptos propios de su magisterio con meridianas claridad y simplicidad. Sabía muy bien lo que hacía y de lo que hablaba, o sea. Era hueste acérrima de Fernando Lázaro Carreter, y bien que nos martirizó en su sagrado nombre. Pero gracias a él, y desde entonces, pude desenvolverme en el pantanoso terreno del análisis morfosintáctico con mayor seguridad que nunca. Hasta la fecha.
Por eso mismo quedé sorprendido al leer el titular pues, sin mayores pistas sobre su contenido, uno podría pensar que es la Justicia (sujeto) quien degrada (no se sabe a qué o quién), y encima de modo impune, sin que nadie la castigue por ello. El orden alterado (sujeto al final de la frase) bien podría deberse a un uso gratuito del hipérbaton, recurso estilístico muy propio del latín y de la prosa con tintes poéticos, en virtud del cual se cambia la secuencia lógica sujeto + verbo + predicado. Pero no.
Una simple lectura del primer párrafo del comentario fue más que suficiente para caer en la cuenta de que había interpretado erróneamente el mensaje de nuestro martirísimo mencey. En realidad, el sujeto de la frase es elíptico, pues ha sido omitido de forma intencionada, lo que convierte a la Justicia en objeto directo del verbo degradar. Lectura: alguien está degradando la Justicia sin que se le castigue por ello. Y ese alguien, visto lo visto, no es otro que Carlos Sosa, director del digital Canarias Ahora. ¿Por qué se omite su identidad? Sencillo: porque Gary Baldi siempre se refiere a él como chulón capicúa y, de un tiempo a esta parte, ha añadido a este cariñoso apelativo el apéndice caribeño mariconsón, motivo por el cual tiene una cita en su querida Las Palmas de Gran Canaria el próximo 13 de diciembre (como siempre sin tarjeta) para responder en los juzgados por su evidente falta de tacto. Sería de peor gusto referirse al periodista grancanario en términos tan gruesos en un titular.
¿O tal vez no? Total, de perdidos al río. O eso mismo debería creer el führer de la avenida de Buenos Aires, supongo, cuando da por perdido el juicio de antemano, llegando incluso a suponer que la sentencia ya le está esperando, redactada y todo. Y para colmo, insulta de nuevo a las gentes bienpensantes, al afirmar sin recato que será entonces (y no antes) cuando se sepa la identidad del demandante, sin que su periódico tenga que tomarse la molestia de desvelarla. Como si no hubiese dado pistas más que suficientes.
En fin, habrá que recordarle una vez más al abuelo nivariense que no somos gilipollas. Y de paso, recomendarle que no tenga miedo de hablar (o escribir) más clarito y sin las ambigüedades que achaca a otros. ¿O acaso tiene algo -más- que perder? Porque si el presunto mariconsón le gana el juicio, me atrevo a pronosticarle escozores en una Región Ultraperiférica de su anatomía. Y no me refiero a su atolondrada cabeza, donde ya sabemos que padece queratosis actínica, lo cual es motivo de compulsivos e involuntarios cortes de mangas en público. Después de todo, debe de escocer cuando un mariconsón te da las tuyas y las del pulpo. Por muy elíptico que sea.