Parece que un soplo de modestia (de cuya autenticidad habría que dudar por simple higiene)
ha entrado por los ventanucos del búnker del periódico azul, allá en la avenida de Buenos Aires. Si ayer el sin par mencey
Gary Baldi se arrogaba la paternidad de Coalición Canaria, así como su reciente debacle dominical, cede aparentemente el protagonismo al pueblo. Recula, vamos. Y digo
aparentemente porque me resisto a creer en tan radical mudanza en apenas veinticuatro horas, máxime cuando aún retumba el eco de los obuses con los que el prócer ha martilleado a
Paulino Rivero y a su partido desde hace meses. ¡Claro que el castigo electoral es cosa de los votantes! La arrogancia consiste en proclamar que han sido pieza clave del fracaso
en tanto que representan como nadie la voluntad y la voz del pueblo.
Aprovechando que el Barranco de Santos pasa junto a la Concepción, no ha dejado el octogenario soflamador pasar la oportunidad de lanzar pullazos
marca de la casa contra
Carlos Sosa y su periódico digital, revolcándose en el fango más sucio y rastrero, al mencionar supuestos y sórdidos episodios en retretes que implicarían al periodista grancanario. Afirman, como de costumbre, que ellos no mencionan jamás nombre alguno, como si tal pretexto infantil sirviese para excusarles, como si los lectores fuesen imbéciles, o como si Internet simplemente no existiera. Veremos qué opinan en los juzgados de Las Palmas (de Gran Canaria) dentro de tres semanas, a ver cómo se le queda al
führer su
ultraperiferia, tras una buena
orgía judicial, junto a presuntos
mariconsones. Se admiten apuestas. Pero eso sí, la llamadita
Sálvame de Luxe a
Mariano, que no falte.
Y aprovechando la circunstancia, yo también aclararé algunos puntos de vista personales sobre la actualidad política y mediática. En efecto, coincido con
Gary Baldi en que
Paulino Rivero no es un político de talla, asumo como cierta su evidente falta de liderazgo y su carencia de ideas para hacer de estas islas un lugar mejor, más allá del
tradicional apego a la economía de ladrillo y asfalto o el Lorenzo que nos calienta a diario, señas de identidad de los llamados
nacionalistas canarios desde el principio. Añado que el gobierno regional es, desde luego, responsable directo de las permanentes insuficiencias sanitarias en las islas, así como del subdesarrollo educacional y cultural que nos aqueja (puesto de contundente manifiesto por el
último informe PISA). Gracias al desastroso modelo de desarrollo económico que con tanto fervor ha abrazado, Coalición Canaria es también digna corresponsable de la precariedad que aqueja a mucha gente en las islas, supuestamente mitigada gracias a la economía sumergida, pues de otro modo no se explica que una sociedad
con el 30% de paro no esté, como mínimo, agitada. Tan sólo parece que la crisis puede persuadirles de acometer nuevos y faraónicos atropellos,
léase trenes, porque por desgracia el Puerto de Granadilla va a ser muy difícil de frenar. Un puerto, dicho sea de paso, para cuya construcción no han dudado en pasarse por el arco del triunfo la
voluntad de miles de tinerfeños, así como
recatalogar las especies protegidas a su modo y conveniencia, en un ejercicio de poder tan descarado como infame, para el que han contado con la complicidad de unos u otros, según conviniese. Como siempre.
Coalición Canaria ha podido, desde luego, pagar en las urnas sus acuerdos con el PSOE, pero hay que recordar que lo suyo ha sido siempre arrimarse al partido gobernante, ofreciéndole apoyo parlamentario a cambio de inversiones. Coalición Canaria, en este sentido, ha sido la meretriz política de este país, acostándose con quien fuese por dinero, algo de lo que ya se mofaba en tiempos el ínclito
Xabier Arzalluz cuando
afirmaba que para lograr el apoyo de
los canarios en el Parlamento bastaba con prometerles un par de carreteras. De la misma forma, han permanecido férreamente anclados a la poltrona regional, a su modo de siempre: pactando con quien hiciese falta.
Hoy con el PSOE,
ayer con el PP, no importa quien ganase de verdad las elecciones, y siempre sacando vergonzosa tajada del
valor desigual de los votos en las islas. De este modo, han terminado por usar Tenerife y Canarias como su finca, su reino de Taifas de timple, chácara y romería, aun salpicados por
sonoras y sonrojantes corruptelas, a menudo vinculadas a la construcción, su auténtica
alma mater. Y todo ello esgrimiendo casi invariablemente el mismo eslogan electoral:
vótanos porque somos de aquí, porque nadie más siente Canarias como nosotros, porque nadie mejor que nosotros te va a representar. No se puede seguir engañando a la gente con esas milongas.
Coalición Canaria es un partido
mil leches, que ha amalgamado a
personas y
personajes de muy
diverso credo (confeso, al menos), y carente de cualquier ideología que no fuese el oportunismo, su auténtica vocación. Es cierto que ha habido logros en sus años de gobierno, desde que
Manuel Hermoso sorprendiese a propios y extraños propiciando una
moción de censura contra un gobierno del que él mismo formaba parte, pero su ejemplo muestra con claridad hasta qué punto es pernicioso el mantenimiento de las mismas siglas (y lo que es peor, de las mismas personas) al frente de las instituciones democráticas.
Ahora bien, es falso de todo punto que Coalición Canaria debiera o debiese obrar en pro de la independencia de las islas, como pretende
Gary Baldi, pues es algo que jamás ha prometido. Tal vez porque, a diferencia del patético aullador nivariense y sus acólitos, una buena parte de los dirigentes de CC es plenamente consciente de que la mayoría de los canarios no ve contradicción ni afrenta alguna en su
condición de ciudadanos españoles. De las islas, sí. Diferentes y únicos, desde luego, pero españoles e hijos de los españoles, portugueses, franceses, británicos y magrebíes que, junto con los guanches que pervivieron, nos han dado nuestra forma de ser y existir, única entre las gentes de España. También es falso que
Paulino Rivero sea el único causante de nuestros males, pues la crisis económica que padecemos nos habría zurrado con o sin él. Quizá de distinto modo, es posible, pero poniendo en la picota a cualquier dirigente político al frente de nuestro ejecutivo regional. No hace mucho,
Paulino Rivero y su entorno eran objeto de la más encendida defensa por parte del jefazo. Pero eso se acabó tras el espinoso asunto de las emisoras de FM.
No sé hasta qué punto es necesario un partido como Coalición Canaria, pero si de verdad quiere salir de este atolladero quizá tendría que hacer un amplio y profundo ejercicio de autocrítica (en vez de limitarse al habitual lloriqueo de que
el electorado no ha captado su mensaje) y obrar con menos prepotencia y más sentido común. El reto está ahí: macizo, granítico y ciclópeo. A ver cómo lo resuelven, trabajo para ello no les ha de faltar.