Si bien el águila (ya fuere real, imperial, calva o bicéfala) es el ave que desde la Roma antigua ha adornado más banderas, escudos y blasones a lo largo de la Historia, otros ilustres plumiferos han desempeñado tan noble papel, quizá no con tanto ruido, pero en absoluto ignorados. Así ocurre con el gallo, símbolo no oficial de nuestros países vecinos, Francia y Portugal. Al gallo se le otorga carácter chulesco, jactancioso y a menudo pendenciero, presto a desenfundar pico y espolones a la menor provocación. Por eso los enemigos de Francia idearon este juego de palabras como burla, pues la raíz latina es la misma para gallo que para galo.
En nuestra tierra chicharrera, y por extensión en Canarias toda, no hay mejor exponente de gallo que nuestro sin par Gary Baldi, mencey de esta isla por la gracia de Achamán y, si le dejan, de otras seis (Gran Canaria no, ¡puaj!). Reúne, en su hacer editorialista, todas las características que distinguen la más pura esencia del gallo: fanfarrón, engreído y peleón. Lo primero, por arrogarse una representación de una sociedad que cuando menos le compadece; lo segundo, consecuencia de lo anterior, por creerse con derecho divino a decir cuanto le venga en gana de quien le venga en gana a través de su periódico; y lo tercero, por emplear estrategias y lenguajes que rebasan con mucho el límite permisible a la mera crítica.
En España existe otro gallo mítico: el de Morón. Morón de la Frontera, provincia de Sevilla, lugar conocido por la base aérea que en otros tiempos fuera de uso conjunto con el ejército estadounidense. Cuenta la leyenda que allí enviaron a un juez, con fama de gallito, para poner orden en la comunidad, entonces dividida y enfrentada pero, ¡ay, naturaleza hispana!: visto el percal, los vecinos aparcaron sus rencillas y se pusieron de acuerdo para desnudar al juez, apalearle y sacarle de paseo por la calle. Ese es el origen del famoso gallo local, que quedó sin plumas y cacareando.
Como ya adelantó el martes pasado el Canarias 7 (gracias, Loli), la titular del juzgado de primera instancia número 3 de Santa Cruz de Tenerife, doña Ana Delia Hernández Sarmiento, acaba de hacer pública la sentencia que resuelve, de momento, la demanda presentada por Angela Mena, Caridad Rivero y Candelaria Pérez por el famoso asunto de México.Cien mil euracos de nada, que debe pagar nuestro gallito por entrometerse ilegítimamente en el honor de las demandantes, a resultas del famoso poder cuya veracidad no se pudo establecer, ni entonces ni ahora. Este nuevo revés judicial, que se suma a los ya sufridos el otoño pasado, cuando la jueza Sánchez Hierro le obligó, sin vaselina, a publicar el escrito de rectificación que Angela Mena había intentado remitir en vano a la dirección de la avenida de Buenos Aires, y al meneo frente a Carlos Sosa por sus reiterados insultos, está sujeto a recurso. No obstante, si las instancias superiores confirman las sentencias iniciales, podremos crear un nuevo monumento que sacie un poco más, si cabe, el hipertrofiado ego de nuestro mencey: un gallo guanche, desplumado a fuerza de apoquinar una indemnización tras otra, pero como el de Morón, erguido y cantarín, aún en el clímax de su escarnio.
¿ No lo creen? Lean al gran plumífero, emblema de esta isla. ¿No escuchan lo mismo que yo, allá a lo lejos?
¡¡Co-co-ri-cóóóó....!!
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