Así escribían ayer en la avenida de Buenos Aires (lo de buenos es un decir), en relación a la entrevista a Paulino Rivero publicada en el Diario de Avisos y realizada por su director, José David Santos:
(...) nuestra indignación se acrecienta cuando vemos a este estúpido político
dictarle a un periodista chupatintas una sarta de falsas acusaciones
contra EL DÍA. Acusaciones a las que en este caso da pie el propio
chupatintas que realizó la entrevista, al preguntarle por los "insultos"
que diariamente le dedicamos desde estas páginas. ¿Quién coño es este
niñato para decir que insultamos a un sátrapa político? EL DÍA no
insulta sino critica, pues la crítica política, incluso la mordaz, es
consustancial con el ejercicio de la democracia. Oye, niñito: vas a
pasar por el juzgado. Tanto tú, como tu periódico; para que no te pases
calumniando. ¿Quién sos tú para meterte con EL DÍA, tonto de atrás? ¿Es
que no te alcanza la categoría de director para saber cómo se debe
escribir una entrevista? ¿Tan mal está tu empresa que tienes que
rebajarte a entrevistar al dictado al causante de las grandes
calamidades que sufre Canarias? Mejor le hubieras encargado la
entrevista a uno de tus redactores; te habrías ahorrado ir al juzgado.
Y así responde hoy el insultado (que no criticado):
En el periódico El Día trabajan personas que a lo largo de los años han
compartido conmigo muchas cosas, algunas de más importancia de la que
ellos mismos pueden creer. En la avenida de Buenos Aires hacen lo mejor
posible su labor grandes profesionales, alguno estudió conmigo; otros me
ayudaron muchísimo en mis primeros pasos en esta profesión cuando me
tocó enfrentarme a asuntos de los que poco sabía; los hay que
contribuyeron para que a mi vida personal aterrizara mi santa (jamás le
podré devolver ese favor); existen en esa casa personas que me conocen
antes de que ni siquiera empezara a estudiar Periodismo y que me han
tratado (y apoyado) desde que era un niño; hay otros de los que aprendí
muchísimo y que también me dieron una oportunidad que, azares del
destino posteriores, desembocó en la dirección de este periódico; he
paseado por varias plantas de su redacción; he sido invitado a los
despachos más importantes e, incluso, me han estrechado la mano con
afecto; he compartido confidencias de lo bueno (que es mucho) y lo malo
(menos, creo) que sucede entre sus muros, cosas que nunca revelaré
porque hablábamos entre compañeros; recuerdo con cariño alguna
entrevista (por otra faceta de mi vida) que me hicieron en su momento.
En definitiva, tengo en el pasado y presente de ese periódico
vinculaciones vitales que supongo desconoce quien en la edición de ayer
trató de humillarme públicamente. Por eso, ahora, cuando el cuerpo pide
responder, solo puedo reiterar mis gracias a El Día por todo lo que me
ha dado.
Aplaudo la elegancia y el buen corazón. De lo otro no hace falta decir nada, pues se califica por sí solo. Sobra decir más.
Toda una lección de educación y ética profesional, sí, señor.
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