miércoles, 3 de octubre de 2012

Una sonora bofetada

Así escribían ayer en la avenida de Buenos Aires (lo de buenos es un decir), en relación a la entrevista a Paulino Rivero publicada en el Diario de Avisos y realizada por su director, José David Santos:

(...) nuestra indignación se acrecienta cuando vemos a este estúpido político dictarle a un periodista chupatintas una sarta de falsas acusaciones contra EL DÍA. Acusaciones a las que en este caso da pie el propio chupatintas que realizó la entrevista, al preguntarle por los "insultos" que diariamente le dedicamos desde estas páginas. ¿Quién coño es este niñato para decir que insultamos a un sátrapa político? EL DÍA no insulta sino critica, pues la crítica política, incluso la mordaz, es consustancial con el ejercicio de la democracia. Oye, niñito: vas a pasar por el juzgado. Tanto tú, como tu periódico; para que no te pases calumniando. ¿Quién sos tú para meterte con EL DÍA, tonto de atrás? ¿Es que no te alcanza la categoría de director para saber cómo se debe escribir una entrevista? ¿Tan mal está tu empresa que tienes que rebajarte a entrevistar al dictado al causante de las grandes calamidades que sufre Canarias? Mejor le hubieras encargado la entrevista a uno de tus redactores; te habrías ahorrado ir al juzgado.

Y así responde hoy el insultado (que no criticado):

En el periódico El Día trabajan personas que a lo largo de los años han compartido conmigo muchas cosas, algunas de más importancia de la que ellos mismos pueden creer. En la avenida de Buenos Aires hacen lo mejor posible su labor grandes profesionales, alguno estudió conmigo; otros me ayudaron muchísimo en mis primeros pasos en esta profesión cuando me tocó enfrentarme a asuntos de los que poco sabía; los hay que contribuyeron para que a mi vida personal aterrizara mi santa (jamás le podré devolver ese favor); existen en esa casa personas que me conocen antes de que ni siquiera empezara a estudiar Periodismo y que me han tratado (y apoyado) desde que era un niño; hay otros de los que aprendí muchísimo y que también me dieron una oportunidad que, azares del destino posteriores, desembocó en la dirección de este periódico; he paseado por varias plantas de su redacción; he sido invitado a los despachos más importantes e, incluso, me han estrechado la mano con afecto; he compartido confidencias de lo bueno (que es mucho) y lo malo (menos, creo) que sucede entre sus muros, cosas que nunca revelaré porque hablábamos entre compañeros; recuerdo con cariño alguna entrevista (por otra faceta de mi vida) que me hicieron en su momento. En definitiva, tengo en el pasado y presente de ese periódico vinculaciones vitales que supongo desconoce quien en la edición de ayer trató de humillarme públicamente. Por eso, ahora, cuando el cuerpo pide responder, solo puedo reiterar mis gracias a El Día por todo lo que me ha dado.

Aplaudo la elegancia y el buen corazón. De lo otro no hace falta decir nada, pues se califica por sí solo. Sobra decir más.

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