Al leer el comentario de hoy en nuestro periódico favorito, tengo la sensación de que la parafernalia que Gary Baldi está montando en torno a Paulino Rivero y su partido le ha servido de ayuda para tomar nuevo impulso en sus ansias independentistas, muy de capa caída tras el batacazo electoral del MPC en las pasadas elecciones locales, cuando fue superado por agrupaciones tan conocidas como el Partido Antitaurino y contra el Maltrato Animal (¡y eso que los animales no tienen derecho a voto!), o Sentido Común en Canarias. Afirma nuestro prócer que la independencia se aproxima, lo que me hace pensar que su catalejo debe ser a todas luces mejor que el mío, porque el abajo firmante no la ve venir por ningún lado. La imaginación al poder, dicen. Y si es pasándose la voluntad de los ciudadanos por el arco del triunfo, para qué contar.
Lo mejor del comentario, con todo, es la interpretación que nuestro insigne padrino editorialista hace de las recientes apreciaciones del (todavía) líder libio Muamar El-Gadafi. En un discurso pronunciado el viernes pasado en una localidad del sur del país, el jefazo de la Yamahiriya dijo, con su desparpajo habitual, que las Islas Canarias, Andalucía y Sicilia son tierras árabes que hay que liberar. Y ahí ha saltado detrás, tan presto como ágil, nuestro bienamado Gary Baldi para explicar al vulgo canario las palabras del revolucionario dirigente:
No negamos que en Canarias existen vestigios de la cultura berberisca, pero estas Islas nunca han tenido la consideración de tierras árabes. Eso sí, son islas del continente africano y nunca europeas, pero no árabes. No es este un archipiélago geográficamente europeo, aunque tenga influencias culturales europeas.
No creo que nuestras gentes de a pie necesiten que el magno prócer, con su siempre sutil verbo, pretenda liarse el turbante y emular a Mahoma, interpretando a su antojo las divinas palabras del mensajero de la revolución socialista árabe. Molto pericoloso. Gadafi no es una hermanita de la caridad, sino uno de tantos dictadores que, en nombre de la igualdad y la unión entre pueblos hermanos, ha gobernado a su gente con mano de hierro y ha alentado, protegido, entrenado y financiado al terrorismo internacional, interviniendo con demasiada frecuencia en conflictos regionales que han causado millares de muertos y sufrimientos atroces. Y sospecho que si aún permanece aferrado a su poltrona, pese al conflicto que está bañando en sangre a su país, es sencilla y lamentablemente porque a las potencias occidentales les interesa una Libia desangrada y arrasada hasta los cimientos. De otra manera, entiendo que el caudillo del panarabismo estaría disecado en un museo desde hace meses.
Así que cuidadín, que una cosa es exorcizar al Sanedrín de Vegueta (no más real que la pandilla de Don Gato) y otra meterse a traducir a uno de los personajes más peligrosos de nuestro entorno más próximo. ¿O es que no le han dicho nunca que no se debe jugar con fuego?
Lo mejor del comentario, con todo, es la interpretación que nuestro insigne padrino editorialista hace de las recientes apreciaciones del (todavía) líder libio Muamar El-Gadafi. En un discurso pronunciado el viernes pasado en una localidad del sur del país, el jefazo de la Yamahiriya dijo, con su desparpajo habitual, que las Islas Canarias, Andalucía y Sicilia son tierras árabes que hay que liberar. Y ahí ha saltado detrás, tan presto como ágil, nuestro bienamado Gary Baldi para explicar al vulgo canario las palabras del revolucionario dirigente:
No negamos que en Canarias existen vestigios de la cultura berberisca, pero estas Islas nunca han tenido la consideración de tierras árabes. Eso sí, son islas del continente africano y nunca europeas, pero no árabes. No es este un archipiélago geográficamente europeo, aunque tenga influencias culturales europeas.
No obstante, y al margen de estas consideraciones, lo que merece la pena destacar del líder libio es que conoce la existencia de Canarias y sabe, al mismo tiempo, que no es ésta una tierra europea. Por lo tanto, si no es un Archipiélago europeo, no forma parte de España. Es decir, Canarias es una colonia española y como tal debe ser liberada por la metrópoli que la esclaviza desde hace casi seis siglos. En el fondo, esto es lo que ha querido decir Gadafi al referirse a Canarias.
¡Que no, señor mío, que no se entera usted ni del NoDo! Y anda que no lo habrá visto de veces, en los añorados tiempos de su generalísimo. Gadafi ha querido decir exactamente lo que ha dicho: árabes, y no africanas. Ni siquiera moras (por magrebíes), sino árabes. Y por más que el amigo Muamar demuestre una vez más su escaso conocimiento de la realidad más allá de su conveniencia, lo verdaderamente inquietante de sus palabras es la indisimulada voluntad de que nuestro archipiélago entre a formar parte del mundo islámico árabe. Una voluntad que sin duda comparte su compadre Mohamed VI de Marruecos, nuestro dulce y amable vecino. Una voluntad que no se ha llevado a cabo hasta hoy sencillamente porque estas islas forman parte de España, y así lo entiende el que suscribe.No creo que nuestras gentes de a pie necesiten que el magno prócer, con su siempre sutil verbo, pretenda liarse el turbante y emular a Mahoma, interpretando a su antojo las divinas palabras del mensajero de la revolución socialista árabe. Molto pericoloso. Gadafi no es una hermanita de la caridad, sino uno de tantos dictadores que, en nombre de la igualdad y la unión entre pueblos hermanos, ha gobernado a su gente con mano de hierro y ha alentado, protegido, entrenado y financiado al terrorismo internacional, interviniendo con demasiada frecuencia en conflictos regionales que han causado millares de muertos y sufrimientos atroces. Y sospecho que si aún permanece aferrado a su poltrona, pese al conflicto que está bañando en sangre a su país, es sencilla y lamentablemente porque a las potencias occidentales les interesa una Libia desangrada y arrasada hasta los cimientos. De otra manera, entiendo que el caudillo del panarabismo estaría disecado en un museo desde hace meses.
Así que cuidadín, que una cosa es exorcizar al Sanedrín de Vegueta (no más real que la pandilla de Don Gato) y otra meterse a traducir a uno de los personajes más peligrosos de nuestro entorno más próximo. ¿O es que no le han dicho nunca que no se debe jugar con fuego?
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