El Clark Kent de Santa Brígida sigue a lo suyo, contra viento y marea, y a la vez mareando la perdiz. Que para eso le han azuzado convenientemente y él, siempre obediente a la mano que sujeta la trahíla y le susurra al oído, cumple su parte con canina lealtad. Faltaría más, san Nicolás. O quizás debería decir San Roque, siempre acompañado del fiel perro que lamía sus pústulas.
El comentario de hoy, muy al estilo de los últimos a los que don José Rodríguez y su camarilla nos tienen acostumbrados (y martirizados), cubre distintos tópicos, casi todos reincidentes: que si los españoles fueron muy malos, que si la ONU nos hará libres por la cara (ya que, al parecer, la verdad no podrá hacerlo), que si una llamadita, nada sutil por cierto, hacia la desobediencia civil y la rebelión pacífica en el convencimiento de que la autoridad se lavará las manos y no hará nada para impedirlas (en este punto, lamentablemente, es muy posible que tenga razón) y por último, vuelta a machacar con lo del escáner para el puerto de Santa Cruz, con la insidiosa comparación con Las Palmas de por medio. Hasta aquí, nada nuevo.
Lo que de verdad llama esta vez la atención es el último párrafo, que es (por cierto) el único que tiene que ver en verdad con el título del comentario: No hay que jugar con el fuego marroquí. He aquí el texto:
Acabamos con una cuestión muy preocupante: la situación política, diplomática y nos atreveríamos a decir que hasta física entre España y Marruecos. Fuera de nuestra petición de independencia, no entramos en cuestiones que competen a otros países, como es el caso de los dos citados. No obstante, nos echamos las manos a la cabeza ante las temeridades que está cometiendo el Gobierno español, así como algunas personas que van por su cuenta al Sahara. Hay provocaciones que pueden encender al país magrebí, y si arde Marruecos, es posible que el fuego llegue a Canarias porque estamos en sus aguas jurisdiccionales y en su Zona Económica Exclusiva. Cuando seamos una nación soberana, estaremos a salvo. Mientras tanto, lo repetimos, no hay que jugar con fuego porque Marruecos se puede inflamar y quemarnos a todos.
A ver si lo entiendo, lumbrera: ¿tiene usted miedo de los marroquíes y de sus reacciones siendo como somos parte de un país soberano y miembro de la OTAN, y pretende hacernos creer que, en el caso de que se cumplan sus demenciales delirios, estaremos a salvo? ¿Así, sin más? ¿Y quién va entonces a disuadir a Marruecos de llevar a cabo sus mal disimuladas ansias expansionistas? ¿Quién y en nombre de qué le impediría engullirnos sin más, estando ahí mismo, puerta con puerta? ¿Harry Potter y su varita mágica? ¿El formidable ejército canario? ¿Su admirado Paulino Rivero, ese patriota camuflado? Pero ¿por qué clase de idiotas nos toma?
La táctica habitual: no nos metemos en cosas que competen a otros, sin embargo... Osea, que sí se meten. Y ojo, que el mensaje dirigido a los activistas que fueron a reclamar la libertad para el Sahara, no tiene desperdicio: No me molesten a los marroquíes, que nos puede pasar algo. Tiene santos bemoles que quien con tanto desparpajo predica la libertad para "su propio y oprimido pueblo", ese gran patriota, adalid de la libertad de los canarios sojuzgados, se arrugue de ese modo ante los atropellos (estos sí son reales) que sufren los saharahuis a manos del ocupante marroquí. Para ellos no hay libertad, ni derechos, ni denuncia, ni patria, ni independencia, ni nada, no sea que nos salpique. Incoherencia, lo llamarían algunos. Yo lo llamo cobardía.
Si hay algo que detesto hasta la saciedad es que me tomen por tonto. Y mucho peor: que me traten como tal. Pero claro: puesto que nadie pone a este buen señorde una vez en su sitio, el autoproclamado Denunciador Mayor de Canarias sigue adelante con sus desvaríos, que a cada día que pasa crecen como una bola de nieve ladera abajo. Y eso, la verdad, no me preocupa lo más mínimo. Sí me preocupa mucho, en cambio, que una sola persona de bien (o dos, tres, o las que sean) pueda llegar a creerse las sandeces que este señor vierte todos los días a puñados. Eso sí que me preocupa.
El comentario de hoy, muy al estilo de los últimos a los que don José Rodríguez y su camarilla nos tienen acostumbrados (y martirizados), cubre distintos tópicos, casi todos reincidentes: que si los españoles fueron muy malos, que si la ONU nos hará libres por la cara (ya que, al parecer, la verdad no podrá hacerlo), que si una llamadita, nada sutil por cierto, hacia la desobediencia civil y la rebelión pacífica en el convencimiento de que la autoridad se lavará las manos y no hará nada para impedirlas (en este punto, lamentablemente, es muy posible que tenga razón) y por último, vuelta a machacar con lo del escáner para el puerto de Santa Cruz, con la insidiosa comparación con Las Palmas de por medio. Hasta aquí, nada nuevo.
Lo que de verdad llama esta vez la atención es el último párrafo, que es (por cierto) el único que tiene que ver en verdad con el título del comentario: No hay que jugar con el fuego marroquí. He aquí el texto:
Acabamos con una cuestión muy preocupante: la situación política, diplomática y nos atreveríamos a decir que hasta física entre España y Marruecos. Fuera de nuestra petición de independencia, no entramos en cuestiones que competen a otros países, como es el caso de los dos citados. No obstante, nos echamos las manos a la cabeza ante las temeridades que está cometiendo el Gobierno español, así como algunas personas que van por su cuenta al Sahara. Hay provocaciones que pueden encender al país magrebí, y si arde Marruecos, es posible que el fuego llegue a Canarias porque estamos en sus aguas jurisdiccionales y en su Zona Económica Exclusiva. Cuando seamos una nación soberana, estaremos a salvo. Mientras tanto, lo repetimos, no hay que jugar con fuego porque Marruecos se puede inflamar y quemarnos a todos.
A ver si lo entiendo, lumbrera: ¿tiene usted miedo de los marroquíes y de sus reacciones siendo como somos parte de un país soberano y miembro de la OTAN, y pretende hacernos creer que, en el caso de que se cumplan sus demenciales delirios, estaremos a salvo? ¿Así, sin más? ¿Y quién va entonces a disuadir a Marruecos de llevar a cabo sus mal disimuladas ansias expansionistas? ¿Quién y en nombre de qué le impediría engullirnos sin más, estando ahí mismo, puerta con puerta? ¿Harry Potter y su varita mágica? ¿El formidable ejército canario? ¿Su admirado Paulino Rivero, ese patriota camuflado? Pero ¿por qué clase de idiotas nos toma?
La táctica habitual: no nos metemos en cosas que competen a otros, sin embargo... Osea, que sí se meten. Y ojo, que el mensaje dirigido a los activistas que fueron a reclamar la libertad para el Sahara, no tiene desperdicio: No me molesten a los marroquíes, que nos puede pasar algo. Tiene santos bemoles que quien con tanto desparpajo predica la libertad para "su propio y oprimido pueblo", ese gran patriota, adalid de la libertad de los canarios sojuzgados, se arrugue de ese modo ante los atropellos (estos sí son reales) que sufren los saharahuis a manos del ocupante marroquí. Para ellos no hay libertad, ni derechos, ni denuncia, ni patria, ni independencia, ni nada, no sea que nos salpique. Incoherencia, lo llamarían algunos. Yo lo llamo cobardía.
Si hay algo que detesto hasta la saciedad es que me tomen por tonto. Y mucho peor: que me traten como tal. Pero claro: puesto que nadie pone a este buen señorde una vez en su sitio, el autoproclamado Denunciador Mayor de Canarias sigue adelante con sus desvaríos, que a cada día que pasa crecen como una bola de nieve ladera abajo. Y eso, la verdad, no me preocupa lo más mínimo. Sí me preocupa mucho, en cambio, que una sola persona de bien (o dos, tres, o las que sean) pueda llegar a creerse las sandeces que este señor vierte todos los días a puñados. Eso sí que me preocupa.
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