Cuando las razones terrenales no surten el efecto deseado, siempre queda el remedio de acudir a las espirituales. Y si a ello se añade el carcáter, perdón, carácter de nuestro sin par y octogenario Gary Baldi, el resultado recuerda (aunque no se acerca) a los éxtasis de los grandes místicos de otros tiempos. El editorial de hoy constituye una prueba definitiva de fervor extremo:
Durante seiscientos años, los descendientes de los conquistadores
nos han reducido a la esclavitud (...). Nos han sometido
con corazas, con pólvora, con espadas y blandiendo una cruz que no es la
cruz de Cristo, porque Dios hizo a los hombres libres para que viviesen
libres, sino la cruz de la desvergüenza. (...). Y así seguirá el
canario (...) hasta que Dios ponga su mano y lo haga
reaccionar. ¿Por qué esperar a que Dios ponga su mano? ¿Por qué no
ayudar a Dios en su indudable deseo de que todo ser humano viva en
libertad? ¿Por qué no salir a la calle, sin violencia, a reclamar lo que
es propio?
Pero abuelo, ¿por qué se ampara usted en la religión de los opresores, si la cruz la trajeron ellos? ¡Ay, si Achamán le oyese! De todos modos no se preocupe y quédese tranquilo: cuando el sojuzagdo pueblo salga a la calle, no lo hará en violenta manifestación sino en recogida y silenciosa procesión, a mayor gloria del Altísimo, para que deje de hacerse el longui en la justa causa de nuestra libertad. Que sí, que seguro que necesita un empujoncito para terminar de decidirse a ayudar. Amén.
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