miércoles, 19 de enero de 2011

Buenos y malos hijos

Escribía ayer (no se sabe si por propia mano o por encargo) nuestro santo apóstol de la canariedad y guancheidad oprimidas:

(...) Es de un fortísimo patriotismo y de la mayor honra, orgullo y dignidad proclamarse independentista, soberanista o nacionalista. Pero nacionalista auténtico, lo repetimos, no como un subterfugio -o refugio- para atesorar sueldos, rumiar ruindades y ejercer la corrupción a cara descubierta y con total descaro mientras el pueblo se muere de hambre en las colas de la beneficencia.

Ser independentista es el signo de la mayor honra, insistimos, que puede sentir y exhibir un canario. Ser españolista o amante de la españolidad -España será un país muy digno, pero no es el nuestro- es, por el contrario, un claro índice de mal hijo y de persona despreciativa con su propia tierra e identidad. Independencia significa rotundamente, para Canarias, el estandarte o la bandera de lo que este Archipiélago necesita, reclama y exige inmediatamente de su país opresor, que es España (...)

Claro que sí, Mr. Gary Baldi: es de buen canario seguir su cuento sin chistar y proclamarse independentista, faltaría más. Del mismo modo, es de buen canario ser lo bastante acrítico y borrego como para tomarse en serio sus proclamas de hoy como sus encendidos vivas al Caudillo de ayer. Es conveniente, sin duda, reescribir la historia y las leyes para justificar sus delirios. Es de guanchísima nobleza creerse a pies juntillas sus empalagosas loas a Paulino Rivero, Miguel Zerolo y el lucero nacionalista (pero los de verdad, ¿eh?) del alba mientras pasa de puntillas y con la nariz cuidadosamente pinzada por asuntos como Tindaya, el mamotreto, el puerto de Granadilla y tantos otros. Es de un amor sin precedentes por la patria atacar continuamente a Gran Canaria y a los canarios que allí viven con su chabacanería marca de la casa. Es digna de laureles y condecoraciones la inquina soez que despliega contra aquellos cuyo único pecado es, simplemente, no estar de acuerdo con usted o con aquellos que le obsequian con cientos de miles de euros al año. Desde luego que sí, señor mío.

¿Pero qué fuerza moral tienen usted y sus mercenarios para venir a enseñar a nadie lo que es ser buen hijo o malo?

Como cantaba Braulio quien, seguramente y siendo grancanario, tiene más de independentista que lo que usted y su comparsa tendrán nunca: Mándese a mudar / Mándese a mudar / Agarre usted el ferry, meta en él sus trastos, y no vuelva más. / Que aquí no aguantamos el tono insultante con que quiere hablar.

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