jueves, 16 de febrero de 2012

La quinta columna paulinista

Si no tenía bastantes males que sobrellevar, ahora resulta que se cierne un nuevo e inquietante peligro sobre el octogenario gran mencey guanchófono de la avenida de Buenos Aires. Ni más ni menos que agentes encubiertos, al servicio de Paulino Rivero, cuya misión sería persuadirle para que cese en sus acometidas contra el mandatario sauzalero. ¿Paranoia? Juzguen:

Algunos lectores de EL DÍA nos han pedido, incluso por escrito, que aflojemos nuestros ataques contra Paulino Rivero. Respetamos mucho a nuestros seguidores, pero no es el caso. Esas personas dicen ser lectoras de nuestro periódico y aseguran que comparten nuestra línea editorial, pero en realidad son acólitos de Rivero; lacayos de un tirano político que les paga con dinero público los favores que le prestan. El políticamente despótico presidente del Gobierno regional es especialista en cultivar a sus amistades mediante el reparto de prebendas, utilizando para ello el dinero que no gasta en remediar los males de los canarios. Unos males, lo decíamos ayer, que ha creado él mismo con su torpeza e inutilidad como gobernante.

Esperamos que el contraespionaje garybaldiano desenmascare a estos nuevos y viles siervos del mal, a diferencia de lo que ocurrió con el siniestro Sanedrín de Vegueta, cuyos miembros aún siguen en el anonimato. Y ya puestos, ¿cómo sabe tanto de los modos y maneras de Paulino? ¿Qué ocurrió cuando, no hace tanto, ambos eran amigos y residentes en Santa Cruz?

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