Leyendo lo de hoy, ya sabemos dónde y al dictado de quién, me ha dado por recordar una de las más célebres canciones de la tristemente fallecida Rocío Jurado, titulada Ese hombre, en la que se despachaba a gusto descubriendo los defectos de un gentleman en apariencia atractivo, afable y seguro de sí mismo. Si no la recuerdan, les recomiendo encarecidamente que le echen un vistazo aquí antes de seguir leyendo.
Casi nada el pollo, ¿verdad? Pues ahora lean la versión libre del tema que nos hace Gary Baldi, sólo que en esta ocasión El Hombre no es en absoluto anónimo:
Rivero es un político incompetente, maniobrero, inútil, nefasto, necio, torpe, inepto, incapaz, ignorante, inculto, simple, bruto, grosero, obtuso, nulo, memo, fatuo, corto de inteligencia, pueril, coactivo, opresor, insensible a las calamidades de su pueblo, despótico, tirano, arbitrario, injusto, abusador, vejatorio con el principal grupo de comunicación de Canarias, caprichoso, voluble, lacayo de los españoles, intolerante y muchos calificativos más que les ahorramos a nuestros lectores porque son harto conocidos, todos ellos referidos a su faceta de hombre público ya que en su vida privada no entramos para nada.
Es inevitable hacerse ciertas preguntas a propósito de la excusa a la que siempre recurre el mencey guanchófono: ¿cómo se puede ser necio, torpe, ignorante, inculto, grosero, bruto, memo, fatuo, pueril, corto de inteligencia, arbitrario, caprichoso e intolerante en la vida pública sin serlo también en la privada? Se podría decir de Rivero que es un presidente inepto, injusto, incompetente y/o incapaz sin atentar contra su imagen o su honor, pues son aspectos estrictamente imputables a su labor pública. ¡Y hasta es muy posible que sean, además, ciertos! Pero el resto de la traca va mucho más allá de la mera crítica política, por más que -torpe y puerilmente, por cierto- se pretenda disfrazarla como tal. Semejante lista de la compra, en la humilde opinión de quien escribe, es una agresión gratuita, chabacana e intolerable al presidente canario, más allá de sus virtudes y defectos, políticos o no, y transgrede ampliamente el derecho a la libertad de opinión. Por carantoñas mucho más lisonjeras, Federico Jiménez Losantos, un periodista de largo más mediático e influyente que nuestro insigne gallinazo, fue sentado por Alberto Ruiz-Gallardón en el banquillo y más tarde condenado por injurias graves. Treinta y ocho mil euracos de multa, más costas. Y al escribir esto, no puedo dejar de recordar al extinto chulón capicúa y marinconsón, ya desaparecido de los comentarios del periódico azul por arte y culpa de sesenta y nueve mil mortadelos (costas aparte), aún pendientes de apelación. Así que cabe preguntarse si la dimensión de la perreta con Paulino es pura inconsciencia o mera estupidez. He ahí el dilema.
¡Cuidado, abuelete! Cuidado con ese hombre...
Casi nada el pollo, ¿verdad? Pues ahora lean la versión libre del tema que nos hace Gary Baldi, sólo que en esta ocasión El Hombre no es en absoluto anónimo:
Rivero es un político incompetente, maniobrero, inútil, nefasto, necio, torpe, inepto, incapaz, ignorante, inculto, simple, bruto, grosero, obtuso, nulo, memo, fatuo, corto de inteligencia, pueril, coactivo, opresor, insensible a las calamidades de su pueblo, despótico, tirano, arbitrario, injusto, abusador, vejatorio con el principal grupo de comunicación de Canarias, caprichoso, voluble, lacayo de los españoles, intolerante y muchos calificativos más que les ahorramos a nuestros lectores porque son harto conocidos, todos ellos referidos a su faceta de hombre público ya que en su vida privada no entramos para nada.
Es inevitable hacerse ciertas preguntas a propósito de la excusa a la que siempre recurre el mencey guanchófono: ¿cómo se puede ser necio, torpe, ignorante, inculto, grosero, bruto, memo, fatuo, pueril, corto de inteligencia, arbitrario, caprichoso e intolerante en la vida pública sin serlo también en la privada? Se podría decir de Rivero que es un presidente inepto, injusto, incompetente y/o incapaz sin atentar contra su imagen o su honor, pues son aspectos estrictamente imputables a su labor pública. ¡Y hasta es muy posible que sean, además, ciertos! Pero el resto de la traca va mucho más allá de la mera crítica política, por más que -torpe y puerilmente, por cierto- se pretenda disfrazarla como tal. Semejante lista de la compra, en la humilde opinión de quien escribe, es una agresión gratuita, chabacana e intolerable al presidente canario, más allá de sus virtudes y defectos, políticos o no, y transgrede ampliamente el derecho a la libertad de opinión. Por carantoñas mucho más lisonjeras, Federico Jiménez Losantos, un periodista de largo más mediático e influyente que nuestro insigne gallinazo, fue sentado por Alberto Ruiz-Gallardón en el banquillo y más tarde condenado por injurias graves. Treinta y ocho mil euracos de multa, más costas. Y al escribir esto, no puedo dejar de recordar al extinto chulón capicúa y marinconsón, ya desaparecido de los comentarios del periódico azul por arte y culpa de sesenta y nueve mil mortadelos (costas aparte), aún pendientes de apelación. Así que cabe preguntarse si la dimensión de la perreta con Paulino es pura inconsciencia o mera estupidez. He ahí el dilema.
¡Cuidado, abuelete! Cuidado con ese hombre...
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