Una vez que se conoce la sede de los juegos olímpicos de 2020, asignados a la candidatura de Tokyo, nuestro dicharachero Gary Baldi tiene a mano (faltaría más) una explicación del suceso tan lógica como irrefutable:
Ya dijimos en nuestro editorial de ayer lo que pensamos sobre unas
Olimpiadas que ha perdido España simplemente porque carece de prestigio
internacional. Nadie confía en un país que sigue sumido en la crisis
económica y cuya historia está llena de crímenes, entre ellos el
genocidio que supuso la invasión de Canarias hace casi seis siglos.
Puedo estar de acuerdo con el chamán de Achamán en que, casi con toda seguridad, el factor dinero ha tenido mucho que ver con el fracaso de la candidatura española, inmortalizada por la ya célebre recomendación de la alcaldesa madrileña de tomarse un relaxing café con leche en la Plaza Mayor de la villa. Ahora bien, la referencia al genocidio y a los crímenes en la historia española merecen comentario aparte.
Con respecto a lo primero, me permito reproducir unas palabras de Antonio Tejera Gaspar, Catedrático del Departamento de Prehistoria, Antropología e Historia Antigua de la Universidad de La Laguna (esa casa que acoge a perversos disidentes), quien sabrá algo sobre aborígenes canarios:
El concepto de genocidio hay que manejarlo con sumo cuidado porque implica la desaparición radical de una población y esto no se produjo en Canarias. Hay un concepto alternativo, etnocidio, que es más apropiado en este caso porque significa la desaparición de una cultura (...) El texto completo de la entrevista, aquí.
Pero vamos a más. Aun asumiendo como cierto que la historia española esté jalonada de crímenes y genocidios, ¿por qué no mirar con lupa a los otros dos contendientes, Tokyo y Estambul? Sería lo justo, n'est-ce pas? En el primer caso, se estima que durante la ocupación japonesa de Manchuria y la subsiguiente invasión nipona del norte y este de China, las cifras de población civil masacrada por las tropas imperiales ascendieron a varios cientos de miles (tirando por lo bajo), con especial mención a la matanza cometida tras la ocupación de Nanking en 1937. Los responsables directos de estos y otros crímenes de lesa humanidad fueron juzgados y condenados a muerte por tribunales internacionales, a semejanza de lo ocurrido con los nazis en Nürenberg. Hoy día, constituyen una lacra para el pueblo japonés y una fuente de constante tensión entre ambos países. Mucho, mucho daño. Y muy reciente.
¿Y qué hay de los colegas turcos, que se dicen tan europeos como el que más? Pues tampoco han pasado a la historia como amantes de la paz y la concordia entre los pueblos, sobre todo después de la brutal deportación y exterminio masivo de la población armenia a principios de siglo XX, cuyas víctimas sobrepasaron de largo el millón de personas, la mayoría ancianos, mujeres y niños indefensos. Violados, mutilados, enterrados vivos, o salvajemente torturados. De ayer mismo, también. Y los responsables, en este caso, se fueron de rositas.
¿Cabe por lo tanto afirmar con tanta alegría que la razón del fracaso de la candidatura de Madrid fue el genocidio de los pueblos aborígenes de Canarias? Obviamente, no. Por último, so cabezota: si los aborígenes fueron exterminados, ¿de quién desciendes tú?
¿Para quién son estas orejitas de burro? ¿Quién se va a poner otra vez de rodillas y cara a la pared?
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