Marisa Tejedor es catedrática de la Universidad de La Laguna desde hace ya bastantes años. Entre sus méritos académicos figura haber sido la primera mujer rectora de este país (véase aquí su CV). Y entre los no académicos, haber estado al frente de la Consejería de Industria, Comercio y Nuevas Tecnologías del gobierno de Canarias en tiempos del ya desaparecido Adán Martín, así como ser actualmente presidenta de la gestora en cuyas manos cayó la Fundación Cajacanarias hace unos meses. La semana pasada se reunió con el presidente del gobierno canario, acordando la participación de dicha fundación en el programa de comedores escolares que Paulino Rivero ha impulsado para este verano. La cifra: 1.4 millones de euros, que no está mal si se tienen en cuenta los tiempos que corren.
Pues al parecer el acuerdo le ha sentado muy mal al Sancho Panza (pues leal escudero es de su señor) de la avenida de Buenos Aires. Tanto que no ha dudado en ponerlo en seria tela de juicio, advirtiendo además a la presidenta de la gestora sobre la posibilidad de dar con sus huesos en el trullo. Y para que no se diga aquello de qué buen vasallo si tuviera buen señor, el propio Gary Baldi ha salido hoy en defensa de su protegido:
De Marisa Tejedor solo podemos decir, en coincidencia con Chaves, que
nos ha defraudado. También nosotros pensábamos que poseía carácter
suficiente para enfrentarse a la sinrazón de un déspota político, pues
la historia universal es pródiga en nombres de mujeres a las que no les
ha faltado el valor para enfrentarse a los tiranos. Desde Antígona
frente a Creonte la lista es demasiado larga para tener cabida en muchos
editoriales como este. No es el caso de Marisa Tejedor; una mujer a la
que tal vez, lo desconocemos, no le falte coraje para decir no ante una
decisión arbitraria, una más, de quien une a su torpeza política unos
agravios sin parangón al buen gobierno que se merecen los canarios.
Quizás la señora Tejedor no carezca de valor, pero está claro que ha
sido hipnotizada por la ladina mirada de Rivero, como queda abobado un
ratoncito ante los fríos y malévolos ojos de la serpiente. Y como el
ratoncito, ha acabado Marisa Tejedor en las fauces de la víbora política
que le ha inoculado a su partido el ponzoñoso veneno que brota de sus
afilados colmillos, en comandita con el colonialismo español al que él,
como falso nacionalista que es, se niega a enfrentarse.
¿Saben qué? ¡Permítanme que me ría! Marisa Tejedor tiene de ratoncito lo que yo de astronauta. Más bien, y en relación a su apellido, la identifico con Aracne (ya que tanto gustan las referencias clásicas en el periódico azul). No ha llegado donde está ni ha cosechado sus logros precisamente por dejarse hipnotizar, no. Y ello, naturalmente, sin olvidar que hay arañas que, por su tamaño y agresividad, incluyen ratones como plato habitual en su menú. Harían bien algunos en recordarlo, no sea que acaben como Pixie y Dixie, con la sangre envenenada y no precisamente por un reptil.
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