martes, 30 de julio de 2013

Yo hice a Roque III

Gary Baldi, en su pastoral de hoy:

Paulino Rivero no hubiera sido nada ni nadie en la política insular y regional si José Rodríguez, en un gesto que lamentará el resto de su vida, no hubiese confiado en él. Paulino Rivero no sería nadie políticamente hablando, insistimos, si esta Casa no lo hubiese apoyado en todo cuanto ha hecho. Ah, pero el mago político es proclive a morder la mano que le da de comer. Por eso, en vez de analizar con sosiego si las críticas que le hacemos están fundamentadas -que lo están-, prefiere Rivero matar al mensajero.

Eso le gusta mucho al gran apóstol: jugar (o pretender que juega) a poner y quitar presidentes. En su descargo, cabe decir que no es el único: ahí está el gran Pedrojota como modelo a seguir. Pero cada cual dentro de sus posibilidades. Faltaría más.

Un servidor lee semejante baladronada e, inevitablemente, evoca este clásico de nuestro cine. La semejanza es más que obvia:

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