Por segunda vez en muy poco tiempo, José Rodríguez vuelve a sorprenderme por no haberse hecho eco inmediato de una noticia que, a mi juicio y como mínimo, debería llamar su atención y distraerle siquiera por un momento de su casposa cruzada en pos de la salvación de la patria guanche expoliada. Me refiero al reciente fallecimiento de Adan Martín, ex presidente del Cabildo tinerfeño y del gobierno de Canarias. Aun es pronto, así que voy a otorgar a Clark Kent un voto de confianza... hasta mañana. Y mucho es.
En su lugar, el führer del diario azul se solaza en comentarnos cuán justa o injusta es la justicia en Canarias. O mejor aún, la justicia que determinados magistrados ejercen cuando su periódico se ve en medio. La lógica, ya lo habrán adivinado, es muy simple: si fallas a mi favor eres un juez justo; si no, estás vendido al siniestro Sanedrín de Vegueta y a la vil metrópoli que tan odiosamente nos sojuzga, nobles guanches como somos. Entonces rompe a gemir sus cánticos plañideros, henchidos de victimismo para, acto seguido y sin despeinar los escasos cabellos que aún se le resisten a caer, lanzar un par de hachazos marca de la casa y hacerse así merecedor de cuantas censuras, exageradas o no, se han vertido en su contra. Lean, lean:
Explíquelo si sabe, magister.
(P.D.: Ya lo he averiguado yo mismo. El mismo diccionario de la RAE establece que una barragana es una concubina o una mujer que, aunque legítima, es de condición inferior al varón. De ahí al calificativo de meretriz sólo hay un paso. No está mal para referirse a una magistrada).
En su lugar, el führer del diario azul se solaza en comentarnos cuán justa o injusta es la justicia en Canarias. O mejor aún, la justicia que determinados magistrados ejercen cuando su periódico se ve en medio. La lógica, ya lo habrán adivinado, es muy simple: si fallas a mi favor eres un juez justo; si no, estás vendido al siniestro Sanedrín de Vegueta y a la vil metrópoli que tan odiosamente nos sojuzga, nobles guanches como somos. Entonces rompe a gemir sus cánticos plañideros, henchidos de victimismo para, acto seguido y sin despeinar los escasos cabellos que aún se le resisten a caer, lanzar un par de hachazos marca de la casa y hacerse así merecedor de cuantas censuras, exageradas o no, se han vertido en su contra. Lean, lean:
- A nosotros nos condenan sin contemplaciones, mientras que nuestras denuncias por insultos flagrantes ni siquiera llegan a juicio. Son archivadas por segunda vez, pese a que la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife dictó un auto en el que se conminaba a la jueza en cuestión a que la tramitara.
- ¿Tenemos que seguir creyendo en la justicia de la Justicia? Sí, tenemos que hacerlo. Tenemos que hacerlo aunque no sea la Justicia de los canarios (que llegará con la inevitable e inaplazable independencia de esta tierra) por imperativo legal. Y también porque estamos convencidos de que la Justicia está por encima de los jueces y las juezas; incluidas las que desconocen, o al menos parece que desconocen, que sus decisiones deben comentarlas en los juzgados revestidas con la toga, y no en paños menores como una vulgar barragana.
- Lo que no da lo mismo es el sufrimiento de los inocentes, a los que les caen duras penas políticas (que no judiciales) no por sus inexistentes delitos, sino por la valentía de mantener una línea de pensamiento que no agrada en la Metrópoli de la que proceden muchos de esos jueces que se empeñan en ser injustos.
- ¿Por qué permiten que la indigna actitud de unos pocos, que confunde la toga con las bragas y los calzoncillos, mancille la decentísima imagen de los demás? ¿Por qué permiten que sigan llegando a cierto periódico detalles de sumarios declarados secretos? ¿Va a seguir esto así siempre? ¿Vamos a seguir perseguidos por defender la libertad de Canarias y de los canarios?
Explíquelo si sabe, magister.
(P.D.: Ya lo he averiguado yo mismo. El mismo diccionario de la RAE establece que una barragana es una concubina o una mujer que, aunque legítima, es de condición inferior al varón. De ahí al calificativo de meretriz sólo hay un paso. No está mal para referirse a una magistrada).
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