El führerjefazo de nuestro entrañable periódico, símbolo del chicharrerismo más puro, está que trina. Paulino Rivero acaba de sellar con ZP un acuerdo que permitirá a éste no sólo sacar adelante la Ley de Presupuestos Generales del Estado para el año próximo, sino también disfrutar de apoyo parlamentario hasta agotar lo que resta de legislatura sin sobresaltos, con los representantes de Coalición Canaria y del Partido Nacionalista Vasco como respaldo. Ello, naturalmente, ha tenido consecuencias: la más inmediata y de mayor alcance mediático ha sido la ruptura del pacto de gobierno entre Coalición Canaria y el Partido Popular. La menos importante, el ataque de hidrofobia sufrido por el mandamás del diario azul. Los editoriales y comentarios de El Día habian mantenido hasta ahora un tono de empalagosa adulación hacia el presidente regional (ese criptopatriota), pero eso se acabó. Lean:
Lo que sigue, como de costumbre, anda a medio camino entre lo trágico y lo cómico. ¿En qué consistirá la maldición de El Día? ¿Acaso modelarán una imagen del político tinerfeño, en buena arcilla de mazapé (sin torno, para cumplir con la tradición guanche) y le pondrán greña de millo por cabello (casi nada reproducir el pelopincho de Rivero), para después clavarle aguzadas puntas, quién sabe si de brezo o de retama del Teide? ¿O tal vez será un rezado, una maldición oral en genuino beréber, cuya redacción correría a cargo de ese filólogo insigne y padre de la patria llamado Antonio Cubillo? ¿Quizás, por ventura, le forzarán a ingerir un bebedizo a base de cilantro, hinojo, yerbahuerto y cominos majados con un dientecito de ajo y rebajados con vino de El Sauzal? No, probablemente sea algo aún peor: designarle como blanco de sus furias en editoriales y comentarios por siempre jamás. Prepárese, señor Rivero. Yo en su lugar temblaría de terror.
Señor Dios mío, ¿quién se ha creído este individuo que es?, me pregunto a menudo. Y aunque no encuentro respuesta (tampoco merece demasiado la pena el esfuerzo, la verdad), me queda el grandísimo consuelo de saber que la mayor parte de los tinerfeños, gentes de bien donde las haya, no hacen caso de estos infames voceríos y soflamas. Así y todo, de veras creo que ya es hora de que alguien le ponga, si no un bozal, al menos un freno en la bocaza al susodicho.
Ah, por cierto: si alguien tiene curiosidad por oír la canción de Abraira, sírvase pinchar aquí.
(Add-on. El editorial incluye este repugnante comentario xenófobo: Godos que se nos hacen insoportables por su prepotencia, suficiencia, elocuencia y antipático y jodido acento.)
- ¿QUÉ HACÍA USTED ayer en Madrid, don Paulino? Sí, lo sabemos; no hace falta que nos lo diga. Estaba mendigando migajas para Canarias. ¿Y por qué estaba usted mendigando en la capital de la Metrópoli, en vez de estar presidiendo el país canario en la capital del Archipiélago, sea esta la que deba ser? Tampoco hace falta que nos responda porque la respuesta se la damos nosotros: usted no puede presidir la nación canaria porque no somos libres sino esclavos de los españoles.
- Don Paulino, cuando escribimos este editorial no sabemos qué es lo que habrá convenido con su amo metropolitano. Mejor dicho, con su amo y señor único de España y de Canarias. Sabemos que los dos votos de los "siervos canariones" Ana Oramas y José Luis Perestelo nada van a valer ante el apoyo suficiente del PNV a los Presupuestos de Zapatero; un Partido Nacionalista Vasco que, aunque no practica el terrorismo, se beneficia políticamente de la violencia etarra.
- Don Paulino, si no le ha planteado a Zapatero en su entrevista de ayer que los canarios queremos la independencia, nos ha decepcionado al ciento por ciento.
- Hasta esta noche, en que este periódico entre en máquinas, confiamos en usted; si usted no ha planteado ayer a Zapatero la debida, justa y necesaria libertad, es decir, la independencia para Canarias, tendremos que maldecirle.
- (...) ¿qué coño le pasa a usted con Zapatero y el PSOE, que prefiere someter a su pueblo a la voluntad de los godos antes de darle la libertad que le corresponde, ya no por el recuerdo de sus antepasados, sino por el derecho de todo ser humano a ser libre?
- Don Paulino, estamos empezando a enfurecernos con usted. Tráiganos noticias positivas. Noticias que no sean dilaciones engañosas y de más asquerosa sumisión.
- Don Paulino, no nos enfurezca más. No venga por aquí con las manos vacías. No venga con promesas imposibles de cumplir; es decir, con estupideces.
Lo que sigue, como de costumbre, anda a medio camino entre lo trágico y lo cómico. ¿En qué consistirá la maldición de El Día? ¿Acaso modelarán una imagen del político tinerfeño, en buena arcilla de mazapé (sin torno, para cumplir con la tradición guanche) y le pondrán greña de millo por cabello (casi nada reproducir el pelopincho de Rivero), para después clavarle aguzadas puntas, quién sabe si de brezo o de retama del Teide? ¿O tal vez será un rezado, una maldición oral en genuino beréber, cuya redacción correría a cargo de ese filólogo insigne y padre de la patria llamado Antonio Cubillo? ¿Quizás, por ventura, le forzarán a ingerir un bebedizo a base de cilantro, hinojo, yerbahuerto y cominos majados con un dientecito de ajo y rebajados con vino de El Sauzal? No, probablemente sea algo aún peor: designarle como blanco de sus furias en editoriales y comentarios por siempre jamás. Prepárese, señor Rivero. Yo en su lugar temblaría de terror.
Señor Dios mío, ¿quién se ha creído este individuo que es?, me pregunto a menudo. Y aunque no encuentro respuesta (tampoco merece demasiado la pena el esfuerzo, la verdad), me queda el grandísimo consuelo de saber que la mayor parte de los tinerfeños, gentes de bien donde las haya, no hacen caso de estos infames voceríos y soflamas. Así y todo, de veras creo que ya es hora de que alguien le ponga, si no un bozal, al menos un freno en la bocaza al susodicho.
Ah, por cierto: si alguien tiene curiosidad por oír la canción de Abraira, sírvase pinchar aquí.
(Add-on. El editorial incluye este repugnante comentario xenófobo: Godos que se nos hacen insoportables por su prepotencia, suficiencia, elocuencia y antipático y jodido acento.)
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