sábado, 19 de febrero de 2011

¡Oh, Leoncio, qué desgracia!

¿Recuerdan esta exclamación quejumbrosa y lastimera? Tristón, se llamaba la hiena que animaba nuestras tardes infantiles junto a Leoncio, el león, pasando mil aventuras que terminaban, invariablemente, con los dos protagonistas huyendo a todo correr, mientras el infortunado cánido, viva imagen del pesimismo en contraste con su melenudo compañero, entonaba la frase que abre este post. Por afortunada casualidad, la editorial que saca a la luz el observador popular de la chicharrerísima Avenida de Buenos Aires se llama, precisamente, Leoncio Rodríguez, en honor al fundador del no menos guanchísimo rotativo. Eso da más sentido al contenido de esta humilde bitácora, o al menos así lo cree su autor.

La evocación de los entrañables personajes de dibujos animados se me vino a la mente nada más leer el comentario de hoy, según el cual en la Casa Azul son pesimistas a la fuerza, o eso dicen. En particular, tras la lectura de estos singulares párrafos:
  • Sin embargo, basta volver a nuestra portada de ayer para comprobar hasta qué punto se está deteriorando la situación económica. Como noticia principal tenemos que el aeropuerto del Sur perderá 170.000 plazas este verano. Unas previsiones que el concejal de Turismo de Adeje califica de catastróficas. En la misma noticia se informa de que, según estimaciones de la CEOE-Tenerife, este año sólo se crearán 11.000 empleos. Y seguimos de mal en peor, porque el hotel Maritim (...) plantea despedir a 73 trabajadores. Para abundamiento de males, las autoridades insulares palmeras consideran que se producirá un descenso de un cuatro por ciento en el turismo veraniego. ¿Queda más? Pues sí; todavía queda más. Nueva Rumasa suspende los pagos de diez de sus firmas.
  • Y dicen algunos irónicamente que un pesimista es un optimista bien informado. También circulan como moneda corriente las opiniones de quienes nos acusan a quienes reflejamos esa realidad ineludible de magnificar las desgracias porque, para nuestros intereses, cuanto peor, mejor. Saben nuestros lectores que no es esa nuestra línea de actuación. Ni somos pesimistas, ni nos regodeamos con la desgracia propia y ajena.
Que la situación económica es muy mala es algo que todos sabemos, para nuestra desgracia. A todos, empezando por Gary Baldi, nos gustaría que el panorama fuese otro. Porque quizá más pronto que tarde nos enteremos de cómo de bien van las cosas en el mismísimo bunker de la avenida santacrucera donde se erige el cuartel de don Pepito. Ahora bien, no me negarán que lo recogido en el comentario parece un ejercicio de recopilación de todo lo malo, nefasto y funesto que sucede hoy, desde el posible despido de 73 trabajadores de un hotel (ciertamente muy mala noticia, para ellos antes que nadie) hasta los problemas de José María Ruiz-Mateos y su clan (cómo estará de divertido Miguel Boyer), es decir, cubriendo todo el rango de alcance posible, de local a nacional (español, se entiende). De positivo, nada. Después, viene lo de curarse en salud (no somos pesimistas). Y al final del todo, el auténtico motivo del prócer nivariense:
  • ¿Somos pesimistas o simplemente realistas por pensar de esta forma? Que lo juzguen nuestros lectores. Que lo juzgue el pueblo. En tus manos, canario, está remediar esta situación. Pronto habrá elecciones y tendrás la oportunidad de eliminar la chatarra política actual y sustituirla por nuevos hombres y mujeres, capaces de sacar del atolladero en que se encuentra a esta querida tierra nuestra, tantos siglos esclavizada.
Pues yo, como parte integrante del pueblo que soy, recojo el guante y juzgo. Esto es una táctica de manual para los fascismos y totalitarismos que en el mundo han sido y serán (sin distinción de signo político, ojo): aprovechar una situación de penuria, cuanto más extrema mejor, para hinchar el descontento popular a base de demagogia barata (mereces más de lo que tienes por culpa de otros) y de ese modo hacerse con el poder. En Alemania, Rusia, Italia, España, y prácticamente toda América latina lo saben muy bien. Quedan menos de cien días para las elecciones locales. Ya veremos lo que sucede. Mientras tanto, dejemos a nuestro mencey octogenario agitar su banot, para clamar:

¡Oh, Leoncio, qué desgracia, pero qué desgracia!

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