martes, 19 de abril de 2011

Comentarios de ayer y hoy

AUNQUE EN ALGUNAS Comunidades Autónomas, como la canaria, se adelantó la celebración del Día de la Constitución para que sus señorías pudieran disfrutar del largo puente festivo, lo cierto es que ayer la Carta Magna española cumplió 26 años, lo cual debe ser motivo de satisfacción generalizada. Porque, independientemente de las opiniones partidarias que defienden una reforma del texto, está demostrado que el cuerpo principal de la Constitución goza de una excelente salud y que es el marco adecuado para que el conjunto de los españoles se sientan amparados y reconocidos en su articulado. Así ha sido en las últimas décadas y así debe seguir por muchos años, como el espejo donde se refleja la convivencia entre las distintas comunidades autónomas que dan forma a España.

Y porque fue precisamente el concepto y la noción de España la que justificó la elaboración de una Carta Magna como puente de entendimiento e integración, se debe ser especialmente cuidadoso a la hora de introducir cambios en el núcleo fundamental del documento constitucional, que serían fuente de conflictos innecesarios. [Comentario de El Día, cuando éramos comunidad autónoma española: 7 de diciembre de 2004]

NO SOMOS tránsfugas de las ideas. No hemos renunciado a nuestros pensamientos. Permanecemos fieles a Canarias y a nosotros mismos, pero aborrecemos, y no decimos que despreciamos porque el verbo despreciar nos parece más fuerte, a los que cambian de ideas y a los que no son fieles al pueblo que ha confiado en ellos, máxime cuando estamos en un Archipiélago aislado de Europa y vecino de África, con todas las ventajas y riesgos que ello conlleva. Estamos, o vivimos, lo decimos un día más, en un Archipiélago con lengua y cultura europeas, pero también con unas raíces que se hunden en la época de nuestros antepasados los guanches; los aborígenes de estas Islas que fueron salvajemente diezmados, en un holocausto que sigue impune casi seis siglos después, por unos conquistadores despiadados y sedientos de sangre y oro. Como aquí no encontraron oro, esclavizaron a un pueblo noble y vendieron como esclavos a muchos de sus hombres, mujeres, niñas y niños en los mercados peninsulares para solaz de los monarcas y nobles europeos.

Por eso no podemos menos que aborrecer -aunque, en el fondo, lo que realmente sentimos es desprecio- a aquellos que traicionan las auténticas raíces de sus hermanos canarios. Los guanches se resistieron durante casi cien años a la dominación de los castellanos. Esa es la mejor prueba de que no querían ser españoles. [Comentario de El Día, cuando somos una colonia sojuzgada: 19 de abril de 2011]

Las preguntas que surgen son obvias: ¿qué grado de dureza puede alcanzar el rostro de quienes lanzan al aire semejantes afirmaciones? ¿Hasta dónde llega su memoria? ¿Conocerán el significado de la palabra vergüenza? Y las más evidente: ¿se aborrecerán -o mejor aún, despreciarán- a sí mismos?

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