martes, 13 de julio de 2010

Rojo de indignación, amarillo de ictericia

Así se ha quedado nuestro editor favorito, azote de la españolidad, después del triunfo de La Roja en el recién concluido Mundial de Sudáfrica. Aquel que antaño saludara con entusiasmo la bandera del águila franquista (aunque hoy reclame en vano un pasado de izquierdas que sólo existe en su imaginación) hoy muestra en su descompuesto semblante los colores de la bandera que tanto dice detestar (que del dicho al hecho...): dos franjas rojas producto de la indignación y la rabia, y una central, gualda, resultado de la ictericia que le debe haber producido ver las calles de Santa Cruz (y por extensión, las de las islas, al igual que las de todo el país) llenas de banderas españolas, agitadas sin descanso por una multitud que ha mostrado su júbilo y su orgullo por pertenecer a un país que ahora sí, en lo deportivo ha alcanzado la culminación y se ha consagrado definitivamente como potencia futbolística para la historia. Todo ello gracias a unos jóvenes que han logrado unir a una nación, a un país, por encima de nacionalismos cicateros y mezquindades políticas de unos y otros, que han dado ejemplo de unión y de trabajo colaborativo, en beneficio común, sin egoísmos ni falsedades, ni egos superlativos hinchados, dirigidos por un hombre humilde que ha sabido estar como un señor en los malos y buenos momentos. Estos jóvenes, como en su día lo hicieran los Chicos de Oro del básket, la selección de balomano, la de tenis en Copa Davis, la de hockey sobre patines, la de waterpolo, y nuestros grandes campeones individuales (Alonso, Nadal, Indurain, Contador, Lorenzo, Pedrosa, Carlos Sainz, etc.), nuestros atletas y deportistas en general, han escrito en las dos últimas décadas el nombre de ESPAÑA bien alto y en caracteres de oro, para común lectura de todos, incluyendo al bueno de José Rodríguez, claro.

Pero reconocer algo tan elemental sería para nuestro personaje lo mismo que para Sméagol llegar a creer que su tesssoro le está matando poco a poco. Para sobrevivir, y como ejemplar epsilón del periodismo, necesita su dosis diaria de soma, y esparcir las sobras para quien quiera creerle, ciego a la realidad de los verdaderos sentimientos de este pueblo que, mayoritariamente, ni le cree ni le toma en serio, diga lo que diga, escriba lo que escriba, segregue lo que segregue.

Ahí van algunas perlas de nácar, sacadas de sus comentarios de ayer y de hoy:
  • Decimos esto porque la euforia de las banderas españolas durante estos días también se producía en tiempos del general Franco con los éxitos futbolísticos de algún que otro equipo español. Esta explosión de pretendido patriotismo rojo y gualda en Canarias no significa nada. Es una niñería pasajera, pero no un sentimiento profundo. Se trata de un remedo de lo que hace la juventud de todas las naciones europeas y de todo el mundo. Es absurdo que en Canarias ondee una bandera española porque Canarias no es España y, además, tiene su propia bandera.
  • LIBERTAD para Canarias manque España haya ganado en Sudáfrica. Qué tendrá que ver la política y la esclavitud con el fútbol. Ya en los tiempos del caudillo, como decíamos en nuestro comentario de ayer, éste empleaba el fútbol como el opio de las masas.
  • Libertad para Canarias. Toda la masa de personas, en su mayoría la juventud, hombres y mujeres, chicos y chicas, que se pintarrajearon de rojo y amarillo y enarbolaron banderas y banderitas en la Península, en España, hicieron muy bien porque son españoles y ganó su equipo. Pero, ¿por qué lo hicieron los canarios? ¿Por qué agitaron las mismas banderas y se quedaron afónicos, y borrachos muchos de nuestros conciudadanos, con la banderita entre los dedos, o incluso por los suelos entre vomitonas y orines? ¿Por qué ese ardor guerrero? Por lo mismo que hacía el caudillo: porque han sido narcotizados por el fútbol. Pero de ahí a que sientan que España es su patria hay un abismo.
  • Y, lo que es peor, somos españoles políticamente por el genocidio y la esclavitud a la que sometieron los viles españoles -los crueles españoles, como dice la letra del himno holandés; qué diferencia entre los holandeses y los españoles- a estos nativos canarios.
  • En cualquier caso, dejemos el fútbol. Dejemos el opio y el narcótico; dejemos el ocio y volvamos a la libertad de los seres humanos. Esta juventud canaria que hoy hemos visto gritando alborozada el triunfo de España, mañana nos traerá la independencia. Porque esa juventud es inteligente y porque sabe que sus antepasados vivieron oprimidos.
Varias notas importantes. Una: quien quiera consultar la letra del himno de los Países Bajos puede hacerlo aquí. Y si encuentra en esa letra una referencia a la crueldad de los españoles, que lo diga. Sí que suspiraba Guillermo de Nassau por la libertad de su país, sujeto a la tiranía de los Habsburgo españoles (reyes a los que por otra parte, siempre honró), pero no se habla de crueldad en ningún momento. Su afirmación, señor Rodríguez, es mentira. Una más.

Dos: no tiene desperdicio el desprecio que nuestro incansable denunciador muestra hacia los que celebraron el triunfo de La Roja: que si pintarrajeados, que si borrachos, vomitonas, orines... Yo, personalmente, creo que la vida te devuelve todo aquello que siembras. Y para un sembrador de odio, miseria humana, y desprecio como este señor, éste es mi mejor deseo: que la vida le retribuya aquello mismo que él ha esparcido y sigue esparciendo con tan maloliente generosidad.

Tres. sorprende los calificativos que emplea el señor Rodríguez para referirse al dictador ferrolano: que si General Franco, que si caudillo... ¿No habrá en el fondo algo de nostalgia mal disimulada? Me pregunto.


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