domingo, 18 de julio de 2010

¡Porque yo lo digo!

Por insistencia que no sea: vuelta a lo mismo, que hay que seguir la doctrina Goebbels hasta las últimas consecuencias. Nuevo alegato del infatigable Don José en busca de un ideal que sólo él y aquellos que le siguen son capaces de ver. Al autonombrado Denunciador Mayor del arhipiélago se le reconoce el empeño, aunque sea aderezado de sus habituales ingredientes, entre los que cabe incluir la intolerancia, una cualidad que sitúa al Tovarich Josif, paradójicamente (o no), más cerca del totalitarismo fascista que de las ideas de ultraizquierda de las que tanto gusta alardear. Porque es de intolerantes (y, por ende, de fascistas) no respetar a quienes piensan y sienten de distinto modo, y es obvio que en El dia ésa es, precisamente, la consigna a seguir. Leña al mono a todo aquel que piense, sienta o manifieste que es español, a la vez que canario, que una cosa no tiene por qué quitar la otra. Lean:
  • CANARIAS y los canarios han recibido, a lo largo de esos casi seis siglos de esclavitud, el mismo trato criminal que han perseguido los tribunales internacionales. El genocidio que sufrieron los guanches a manos de los españoles no se diferencia, conceptualmente hablando, del que les infligieron los nazis de Hitler a los judíos, o a las matanzas practicadas por los también dictadores Lenin y Stalin, así como por todos los demás déspotas que en el mundo han sido.
  • Empeñarnos en decir que somos españoles es una estupidez y un desdoro inadmisible, porque es querer equipararnos a lo que no somos. ¿Y por qué lo hacen algunos canarios?, nos preguntamos. ¿Tal vez les parece que poseen más dignidad si dicen que son españoles? ¿No se dan cuenta de que, en realidad, lo que ocurre es precisamente todo lo contrario? Ser españoles nos descalifica. No supone ningún mérito decir que somos españoles, pues eso significa que nos reconocemos como descendientes de los compatriotas de quienes masacraron a nuestros antepasados. De quienes les arrebataron sus tierras y, lo que es peor, su libertad, pues los redujeron a la condición de esclavos y luego los vendieron en los mercados peninsulares. ¿Puede alguien sentirse orgulloso de esa gente? ¿Puede un canario de bien ser un ferviente defensor de la españolidad de estas Islas?
  • (...) nos alegra el triunfo de la selección española. Sin embargo, conviene tener presente que no es nuestro triunfo. No lo es porque no somos España. Los canarios que se han echado a la calle en los últimos días de la citada competición, agitando enardecidamente la bandera del Reino de España, lo han hecho movidos por un sentimiento de hinchas deportivos. Un jolgorio pasajero (el fútbol tiene la capacidad de mover a las masas) que carece de raíces patrióticas porque la patria de los canarios sólo es una: Canarias; y su bandera la de las siete estrellas verdes.
  • LO REPETIMOS: ser español es un desdoro. No porque los españoles sean indignos por sí mismos, sino por la indignidad que cometieron en su día con los canarios. Son indignos por los crímenes que cometieron con los guanches y porque nos gobiernan desde una nación que está en otro continente, con una capital a 2.000 kilómetros de distancia de nuestras costas.

Mal que le pese al señor Rodríguez y a aquellos que tengan a bien creer lo que escribe, somos descendientes de españoles, portugueses, y guanches. Es falso que los aborígenes canarios (que no formaron jamás una nación tal y como ahora la conocemos) fuesen poco menos que exterminados, como este señor sugiere erre que erre.

Juzgar, con los ojos de hoy, la realidad del siglo XV para usarla como justificación de una independencia de república bananera es falsear la historia y jugar con los sentimientos, táctica favorita de todos los nacionalistas que en el mundo han sido. Antes que nada, hay que cambiar la historia. Y así, por ejemplo, hoy nadie se sorprende en Cataluña de que se hable de algo ilusorio como la monarquía catalano-aragonesa (ojo, que el orden de los factores altera el producto) en vez de Corona de Aragón, que es lo único que fue de verdad. Pero claro, es una excusa estupenda para justificar que los archivos de la Corona (de Aragón) se encuentren en Barcelona y no en Zaragoza. Y eso que bien pugnaron los políticos del principado catalán para recuperar los archivos de la Generalitat que estaban en Salamanca, robados por las autoridades franquistas. Eran suyos, decían. Y tenían razón. Bien, pues los de la Corona de Aragón también tienen dueño, y no es catalán. Tanto monta, monta tanto.

Es perverso recordar los abusos y matanzas que pudieron cometer los conquistadores con los aborígenes para después identificar nuestra identidad actual con los conquistados. Nosotros somos descendientes de los conquistadores y colonizadores que les siguieron. Pero claro: hay que reescribir la historia. Negar que nuestros antepasados son españoles es simplemente falso.

Dos apuntes más. El primero: las mayores atrocidades que se han cometido en el mundo (para eso sirve la Historia, para recordar el pasado de los pueblos) lo han sido en nombre de las religiones, pero también de los nacionalismos, malditos sean por siempre. Nacionalismo alemán, serbio, ruso, inglés, español, francés, japonés o camboyano. El segundo: no es un desdoro para quien escribe sentirse a la vez canario y español, pues entiende que son dos expresiones distintas de la misma esencia. Y siendo español, me siento en casa donde quiera que vaya por España: Galicia, Asturias, Cataluña, Andalucía, Castilla o el País Vasco, con mis gentes distintas pero hermanas. Que hablamos la lengua que nos dejaron los descendientes de romanos, visigodos y árabes, en la que han escrito Cervantes y Quevedo, Fray Luis de León y Teresa de Jesús, Garcilaso de la Vega y Calderón de la Barca, Zorrilla y Espronceda, Camilo José Cela y Miguel Delibes, Juan Eslava Galán y Arturo Pérez-Reverte. Una lengua que hoy hablan cientos de millones de personas en el mundo. Este que escribe se siente muy orgulloso de sentir como propia la pintura de Diego de Velázquez y de Zurbarán, o la música de Isaac Albéniz y de Manuel de Falla. Y nada de eso es incompatible con la emoción que siente al escuchar una isa, una folía, un sirinoque o un romance gomero, los Cantos Canarios de Teobaldo Power o las canciones de Los Sabandeños, Los Gofiones, Mestisay, Taburiente y tantos otros.

Soy una persona libre. Y como tal, y desde estas líneas, no puedo por menos que compadecer a aquellos que me insultan y me faltan al respeto por pensar como pienso y sentir como siento. Nadie piensa ni pensará jamás por mí, no necesito a ningún Duce ni Gran Timonel que me marque el camino. Y si el denunciador sigue erre que erre, así sigo yo: gritando a los cuatro vientos que me siento chicharrero, lagunero, tinerfeño, canario, español y ciudadano de Europa, sin exclusiones. Abrazando mi identidad canaria con el mismo amor que asumo mi identidad española, con sus luces y sus sombras, que también las hay. Porque así como a una persona se la quiere como es, con virtudes y defectos, así lo siento yo también: sin negar la historia negra de España, aceptándola y aceptando y asumiendo también las luces de una nación que, pese a quien le pese, descubrió medio planeta y fue una vez el faro intelectual del mundo. Entero.

¡Ahí queda eso!

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