martes, 13 de marzo de 2012

De nuevo en el lodazal

Algunos animales -sobre todo los grandes herbívoros de las sabanas africanas- tienen la costumbre de revolcarse en el lodo, allí donde lo encuentran. Sus motivos son de lo más saludable: un baño en el lodo bajo el ardiente sol africano es refrescante, y les libra o protege de los parásitos de la piel. Es por tanto natural y, como tal, sano. Por eso su instinto de conservación les mueve a ello. En el caso de las personas, sólo muy recientemente se han redescubierto los beneficios del baño de barro, ofertado por centros de estética y tratamiento. Sin embargo, existe otro baño similar, más metafórico y menos saludable: el de quienes se revuelcan en cuanto hay de sucio, bajuno y miserable en su entorno o realidad más inmediatos. Tales episodios son frecuentes cuando la persona interesada ve frustradas sus aspiraciones o sufre los reveses con los que la vida nos trata. Y voy al grano, porque ya habrán adivinado de quién hablo.

Gary Baldi está muy mosca. El motivo, como ya viene siendo norma para él, es su enésimo revés judicial (y lo que te rondaré, morena). La Audiencia Provincial de Las Palmas ha vuelto a desestimar su querella contra Teresa Cárdenes, directora de La Provincia, obligándole de nuevo al pago de las costas correspondientes, algo que ya hizo en primera instancia la magistrada Victoria Rosell, por lo que se ganó sus iras más estridentes. No sólo entienden los magistrados de la Audiencia que no hay insultos por parte de la periodista grancanaria, sino que observan evidente mala fe en nuestro gran patriarca, al aislar palabras o frases de su contexto, y así poder sostener que se trata de insultos. El caso más flagrante puede ser la pretensión garybaldiana de que Cárdenes le llamó borracho, cuando la frase exacta fue Alguien puede despertarse un día borracho de independentismo trasnochado y al siguiente elogiar los progresos del franquismo, vituperar a los habitantes de una isla, ridiculizar su nombre, mofarse de su orografía y de sus símbolos… Esa era la frase, como cualquiera puede comprobar aquí.

Pero claro, endilgarle semejante supositorio al Magnus pater Canariarum es poco menos que cometer una blasfemia. Y es entonces cuando su cacareado respeto por la Justicia salta por los aires como un ninot en plenas fallas valencianas. Juzguen:

Nos reafirmamos, porque lo podemos demostrar, en la existencia de sentencias inconcebibles contra esta casa. Sentencias en algún caso aberrantes. Sentencias politizadas o influidas por un medio informativo de Las Palmas, así como por los políticos de esa isla, que se han creído dueños de la Justicia de Canarias porque en Las Palmas está la sede del Tribunal Superior de Justicia. Ha sido en Las Palmas donde ha comenzado el desprestigio de la Justicia en este Archipiélago. El desprestigio de un respetabilísimo estamento al que tanto respetamos. Nos referimos a unos tribunales que han dejado escapar a delincuentes de la palabra escrita u oral.

Dejemos a un lado la mentirijilla de la sentencia inconcebible; es sólo cuestión de sentido común (que, en el caso del líder guanchófono, parece ser el más atrofiado de sus sentidos). Afirma claramente el prócer que la justicia en las islas está desprestigiada, manipulada y politizada. ¿Dónde está la respetabilidad? Pone bajo sospecha el ideólogo de la independencia bananera a la juez Sánchez Hierro por dictar sentencia en un par de días por el asunto de la rectificación mexicana. ¿Qué hay del respeto? Insulta a una magistrada comparándola con una meretriz, pero acto seguido vuelve a proclamar su voluntad de acatar la justicia. Y finalmente, acusa a otra magistrada de prevaricadora, y ahora resulta que la Audiencia Provincial le da la razón, dejando al ilustre gallinazo en paños muy, pero que muy menores. Aún está por ver en qué queda su peripatético intento de empurar a Carlos Sosa por llamarle don Pepito; pero previsiblemente le supondrá tener que tragarse otra caja de antidepresivos.

En suma, igual que un búfalo. Sólo que el barro ni le refresca ni le protege, sólo le mancha.

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