Para los más maduritos, éste era el título de una serie de televisión dirigida por el inolvidable Jaime de Armiñán y protagonizada por Julieta Serrano, Emma Cohen y Amparo Soler Leal. También era el título de una película española de los años 50 que constaba de cuatro partes: una introducción y tres historias que versaban respectivamente sobre indios, monstruos y pandereta. Me ha parecido muy apropiado titular de este modo esta entrada, pues el comentario del santurrón (que no santo) apóstol de la libertad tiene hoy tres partes, tan distintas como disparatadas entre sí, y digo bien.
Una, la de monstruos. El incendiario, como es su costumbre, disfrazado de bombero:
Llevamos mucho tiempo advirtiendo de que de un momento a otro se va a producir un levantamiento violento de la población contra Paulino Rivero. Es algo que no deseamos porque siempre hemos dicho que repudiamos la violencia en todas sus formas. Nada, ni siquiera una causa justa, como es conseguir la independencia de Canarias o que el necio político que tenemos como presidente del Gobierno regional desaparezca para siempre de la escena política, justifica la violencia. Tampoco la justifican hechos tan graves como el hambre creciente de la población o la muerte de pacientes en las listas de espera sanitarias. (...) No justificamos la violencia, lo reiteramos, pero el hambre siempre ha sido muy mala consejera. Llega un momento en el que hasta los más pacíficos se hartan y se echan al monte; es decir, a la calle con el mechero en una mano y la lata de gasolina en la otra. Adelantamos desde ahora que si esas indeseables revueltas llegan a producirse, como se están produciendo en algunos países que todos tenemos en mente, los responsables de las mismas serán Paulino Rivero, su esposa Mena y todos los que forman su círculo de colaboradores; un cúmulo de gentuza política.
Segunda, la de pandereta. Singular elogio del complejo de inferioridad que, al parecer, deberemos sentir sin más los canarios en presencia de los peninsulares. ¡Bravo por el defensor de la canariedad!:
Paulino Rivero nos ridiculiza como canarios. Lo hacía cada vez que subía al estrado cuando fue congresista en las Cortes españolas. Cuánta vergüenza ajena nos hacía pasar cada vez que abría la boca. No sabía ni moverse, ni expresarse. Los canarios siempre han tenido dificultades para hablar y para expresarse con la labia que posee el peninsular, sobre todo si es godo, pero eso nunca nos ha impedido hacer un papel digno allá donde hemos ido. Los políticos peninsulares se expresan bien, aunque sus palabras muchas veces son engañosas. La misma vergüenza nos hace sentir actualmente Ana Oramas. Al igual que su jefe anteriormente, como acabamos de decir, cada vez que se dirige a la Cámara nos deja a todos a la altura del betún porque no sabe hablar. Sus palabras, políticamente torpes, nos definen como lo que somos a la vista de los peninsulares: unos indígenas que viven en un archipiélago allende los mares, cerca de otro continente que no es Europa sino África.
Tercera historia, la de indios. El cuerno de la abundancia que nos vendrá a las manos por arte de magia potagia y acabará con todos nuestros problemas en cuanto alcancemos la soñada libertad:
Europa está muchísimo mejor que España y este país, con todos sus problemas, todavía está por encima de Canarias, que es una colonia a la que sigue expoliando en gran parte porque este déspota político no ha hecho nada para conseguir la libertad de unas islas que, en el caso de ser una nación soberana y con su estado, estarían entre las más ricas del planeta. Es decir, volveríamos a ser las Islas Afortunadas. Si dispusiéramos de unos recursos que hoy se mama la Hacienda española, no tendríamos necesidad de mendigar en Bruselas las mismas limosnas que pedimos en Madrid. Dueños de nuestras vidas y destinos, disfrutaríamos permanentemente de un Estado del bienestar más absoluto.
Tres eran tres las tonterías de Gary Baldi. Próximo episodio: supuestamente, mañana.
Una, la de monstruos. El incendiario, como es su costumbre, disfrazado de bombero:
Llevamos mucho tiempo advirtiendo de que de un momento a otro se va a producir un levantamiento violento de la población contra Paulino Rivero. Es algo que no deseamos porque siempre hemos dicho que repudiamos la violencia en todas sus formas. Nada, ni siquiera una causa justa, como es conseguir la independencia de Canarias o que el necio político que tenemos como presidente del Gobierno regional desaparezca para siempre de la escena política, justifica la violencia. Tampoco la justifican hechos tan graves como el hambre creciente de la población o la muerte de pacientes en las listas de espera sanitarias. (...) No justificamos la violencia, lo reiteramos, pero el hambre siempre ha sido muy mala consejera. Llega un momento en el que hasta los más pacíficos se hartan y se echan al monte; es decir, a la calle con el mechero en una mano y la lata de gasolina en la otra. Adelantamos desde ahora que si esas indeseables revueltas llegan a producirse, como se están produciendo en algunos países que todos tenemos en mente, los responsables de las mismas serán Paulino Rivero, su esposa Mena y todos los que forman su círculo de colaboradores; un cúmulo de gentuza política.
Segunda, la de pandereta. Singular elogio del complejo de inferioridad que, al parecer, deberemos sentir sin más los canarios en presencia de los peninsulares. ¡Bravo por el defensor de la canariedad!:
Paulino Rivero nos ridiculiza como canarios. Lo hacía cada vez que subía al estrado cuando fue congresista en las Cortes españolas. Cuánta vergüenza ajena nos hacía pasar cada vez que abría la boca. No sabía ni moverse, ni expresarse. Los canarios siempre han tenido dificultades para hablar y para expresarse con la labia que posee el peninsular, sobre todo si es godo, pero eso nunca nos ha impedido hacer un papel digno allá donde hemos ido. Los políticos peninsulares se expresan bien, aunque sus palabras muchas veces son engañosas. La misma vergüenza nos hace sentir actualmente Ana Oramas. Al igual que su jefe anteriormente, como acabamos de decir, cada vez que se dirige a la Cámara nos deja a todos a la altura del betún porque no sabe hablar. Sus palabras, políticamente torpes, nos definen como lo que somos a la vista de los peninsulares: unos indígenas que viven en un archipiélago allende los mares, cerca de otro continente que no es Europa sino África.
Tercera historia, la de indios. El cuerno de la abundancia que nos vendrá a las manos por arte de magia potagia y acabará con todos nuestros problemas en cuanto alcancemos la soñada libertad:
Europa está muchísimo mejor que España y este país, con todos sus problemas, todavía está por encima de Canarias, que es una colonia a la que sigue expoliando en gran parte porque este déspota político no ha hecho nada para conseguir la libertad de unas islas que, en el caso de ser una nación soberana y con su estado, estarían entre las más ricas del planeta. Es decir, volveríamos a ser las Islas Afortunadas. Si dispusiéramos de unos recursos que hoy se mama la Hacienda española, no tendríamos necesidad de mendigar en Bruselas las mismas limosnas que pedimos en Madrid. Dueños de nuestras vidas y destinos, disfrutaríamos permanentemente de un Estado del bienestar más absoluto.
Tres eran tres las tonterías de Gary Baldi. Próximo episodio: supuestamente, mañana.
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