jueves, 26 de mayo de 2011

Con menos de 3000 es suficiente

La congoja de Gary Baldi ha durado apenas un par de días, los necesarios para dar un pasito atrás y tomar de nuevo impulso al teclado y lanzarse, cual broncíneo corcel, al furioso galope en pos de la libertad, ese ansiado tesoro que no sabemos que no tenemos porque vivimos en una colonia. No, no es que vayamos por la calle emanando perfumes de nenuco, sino que vivimos como en el Africa del siglo XIX, convertidos en áscaris del amo peninsular. Si bien, antes de reemprender su briosa carrera hacia el horizonte de la independencia, ha tenido que calzarse las orejeras para que la realidad alternativa no le distraiga.

Esa realidad demuestra con claridad que el Movimiento Patriótico Canario, cuyo líder, me comentan, tiene cierta predilección por los restaurantes de postín y disfruta como nadie de los vinos de Rioja (a mí también me encantan, que conste) es una insignificante fuerza política de cuarto orden que no representa sino a unos pocos miles de almas frente a un censo que supera largamente el millón de personas. Poco importa. A fin de cuentas, para su ilustradísimo, no hace falta convocar elecciones para que el pueblo canario se manifieste libremente en favor o en contra de la independencia. Basta con que él y cuatro chalados más lo proclamen, pues (Cubillo dixit) ya éramos nación antes de la llegada de los españoles. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver, como tampoco hay caballo que pueda mirar a los lados si lleva orejeras puestas.

Afirma el apóstol en su comentario de hoy (lleno de nuevas admoniciones a Paulino Rivero, las cuales deberían ser motivo de destornille para el político sauzalero) que Sólo con el sí de unos pocos y con las razones y el buen juicio de todos es suficiente para que a Canarias se le dé la libertad. Es más, sin que Canarias la pida, sin que la exija la ONU, la UA y la UE, estas Islas deben recuperar su libertad simplemente por justicia divina -Dios ha hecho libres a todos los seres humanos- y porque esta tierra les pertenecía a los guanches, a nuestros abuelos, a nuestros bravos antepasados que la perdieron a manos del cruel invasor español o castellano. (Si los guanches son nuestros abuelos, supongo que nuestros padres serán, precisamente, españoles).

En suma: con menos de 3.000 votos en el saco, ya es suficiente. Basta de darle el coñazo a la ONU para que nos incluya en la lista de territorios a descolonizar. Sobran razones aunque falten voluntades. Dios y el derecho divino están de nuestro lado.

Sí, señor mío, sí. ¿Y no será que, en caso de celebrarse un referéndum sobre el asunto, sabe usted de cierto que sus patrocinados no se comerían ni las migas? De verdad, más que el corcel que pretende ser, recuerda usted a Rocinante: anciano y famélico, pero incansable llevando a su señor Don Quijote directo hacia las aspas giratorias de los molinos de viento. Tenga cuidado con el revolcón, no se le vayan a caer las orejeras. Ah, y perdóneme por elegir un símil de la literatura española más universal.

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